Un deseo feliz.

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Cuando llegué a la orilla de la barra, ni siquiera me detuve era como si fuera la típica sensación de madre e hija la que yo casi ni tuve en mis dos vidas. Me impulsé para dar un salto desde la misma distancia que Esme, entonces, volé de por una fracción de segundos, pero caí al suelo. Casi choque con la estufa que estaba caliente a mis espaldas mientras me levantaba por el suelo. Aterricé más allá de donde lo había hecho Esme con agilidad y me precipité hacia el dónde ella estaba de pie, pero me resbalé a causa de la olla.

Sentí un instante de pánico cuando me di cuenta de que ni siquiera había considerado el motivo de su amabilidad y consideración, pero su mano supo cómo mover una olla para variar la trayectoria de mi cuerpo y que mis pies se cayeran haciendo ruido porque mi equilibrio no era muy bueno.

—Santo cielo soy un desastre —jadeé, completamente incrédula y avergonzada.

Escuché a Esme recogiendo rápido entre las cosas tiradas y su modo de moverse me resultó tan familiar como el sonido de mi propia respiración. Sabía que podría distinguir el movimiento de sus extremidades del de cualquier otra persona con tan solo haberlo visto una vez por lo que me pareció algo peculiar y divertido.

—¡No tenemos qué no volver a repetirlo! —dije en cuanto la vi.

Ella se detuvo a unos cuantos metros de mí agarrando la olla, con aquella expresión de comprensión que tan bien conocía en el rostro gracias a mi mamá.

Yo llore a causa del susto.

—¿Qué pasa? Estas bien.

Ella frunció un poco el ceño.

—No lo entiendo. Estabas... de un humor malo.

—Ah. ¿Eso es raro?

—¿No te sientes increíblemente sedienta o hambrienta?

Tragué saliva para aplacar el hambre. Era incómodo, pero no tanto como el resto del

ardor del que acababa de librarme. El escozor del hambre era permanente, y empeoraba

cuando pensaba en él, pero había muchas otras cosas en las que concentrarse.

—Sí, cuando pienso en ello.

Esme antes de que cuadrará los hombros saco un pañuelo y me limpio la cara.

—Si quieres que hagamos esto primero, también podemos pedir comida a domicilio o vallamos a comprar algo.

La miré. Era evidente que me estaba perdiendo algo.

—¿Hacer «esto»? ¿El qué?

Se me quedó mirando un momento con ojos dubitativos y de repente levantó las

manos en señal de rendición.

—Sabes, esperaba ser capaz de entenderte un poco más la mente, ahora que eres casi de la familia. Supongo que eso valla va a pasar pronto.

—Lo siento.

Ella rio, pero el sonido de su risa encerraba una nota de tristeza y preocupación parecido a la de mi mamá cuando vine por primera vez a Forks Washington DC.

—En serio, Adele.

—¿Me podrías dar una pista para entender de qué están hablando, por favor? — menciono Carlisle pasando por la puerta

—Querías que estuviéramos los tres solos —dijo Esme, como si aquello fuera una explicación.

—Eh, sí.

—¿Porque había algunas cosas que querías decirme? —cuadró los hombros Carlisle tensándose como si estuviera esperando malas noticias.

—Ah. Bueno, supongo que sí tengo algunas cosas de las que quiero habla con los dos, pero no pensé que sería tan pronto. Quiero decir, hay una muy importante, pero no estaba pensando en ella —al ver lo frustrados que estaban por el malentendido que se estaba produciendo, fui completamente honesta —. Quería quedarme a solas ustedes porque... bueno, no quería resultar grosero con los demás, pero no quería hacer el ridículo delante de Edward —confesé avergonzada —. Pensé que había muchas posibilidades de meter la pata, y no conozco tan bien a su familia y en especial a Edward, pero tengo la sensación de que le iba a parecer muy incómodo.

I have reincarnated in  TwilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora