Un poder parte 3.

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Tenía mucho interés en hablar con él otra vez, y lo intenté al día siguiente del accidente. La última vez que le vi, fuera de la patrulla, los dos estábamos demasiado cansados. Yo seguía enfadada porque no confiaba en mi a pesar de que había cumplido al pie de la letra mi parte del acuerdo. Pero lo cierto es que me había salvado la vida, sin importar cómo lo hiciera, y de noche, el calor de mi ira se desvaneció para convertirse en una respetuosa gratitud y consuelo.

Ya estaba sentado cuando entré en artes, mirando al frente. Me senté, esperando que se girara hacia mí como ese día quien fue mi príncipe. No dio señales de haberse percatado de mi presencia.

-Hola, Alessandro -dije en tono agradable y amable para demostrarle que iba a comportarme bien y no molestarlo.

Ladeó la cabeza levemente hacia mí sin mirarme, asintió una vez y miró en la dirección opuesta a la mía. Y ése fue el último contacto que había tenido con él, aunque todos los días estuviera ahí, a treinta centímetros. A veces, incapaz de contenerme, le miraba a cierta distancia, en la cafetería o en la salida. Contemplaba cómo sus ojos verdes se oscurecían de forma evidente día a día, pero en clase no daba más muestras de saber de su existencia que las que él me mostraba a mí. Me sentía miserable. Y los sueños continuaron sobre la tarde de mi muerte desafortunada.

A pesar de mis mentiras descaradas fingiendo ser la niña de sus ojos a Charlie, el tono de mis correos electrónicos alertó a Renée e incluso a mi hermana de mi tristeza y telefoneó unas cuantas veces, preocupada. Intenté convencerla de que sólo era el clima y enfermedad, que me aplanaba. Al menos, a Oliver le complacía la obvia frialdad existente entre mi compañero de clase y yo. Noté que le preocupaba que me hubiera impresionado el atrevido rescate de Alessandro. Quedó muy aliviado cuando se dio cuenta de que parecía haber tenido el efecto opuesto. Su inconformidad aumentó hasta que pude sentarme al borde de mi mesa para conversar antes de que empezara la clase, ignorando a Alessandro de forma tan absoluta como él a nosotros.

Por fortuna, esos días la nieve se fundió después de aquel peligroso día. Jack quedó desencantado por no haber podido organizar su pelea de bolas de nieve, pero le complacía que pronto pudiéramos hacer un campamento este fin de semana. No obstante, continuó lloviendo a cántaros y pasaron las semanas.

Lily me hizo tomar conciencia de que se fraguaba otro acontecimiento. El primer domingo de mayo me telefoneó y me pidió permiso para invitar a Oliver en la elección de las niñas para el bailable de primavera que tendría lugar en una semana.

-¿Seguro que no te importa? ¿No pensabas pedírselo? -insistió cuando le dije que no me importaba lo más mínimo.

-No, Lily, no voy a ir -le aseguré.

Bailar se encontraba claramente fuera del abanico de mis habilidades.

-Va a ser realmente divertido te lo vas a perder.

Su esfuerzo por y entusiasmo convencerme fue poco incómodo. Sospechaba que Lily disfrutaba más con mi inexplicable popularidad que con mi compañía.

-Diviértete con Jack-la animé.

Me sorprendió que al día siguiente no mostrara su efusivo ego y orgullo de costumbre en clase de matemáticas y deportes. Permaneció callada mientras caminaba a mi lado entre una clase y otra, y me dio miedo preguntarle la razón. Si Jack la había rechazado yo era la última persona a la que se lo querría contar. Mis temores se acrecentaron durante el almuerzo, cuando Lily se sentó lo más lejos que pudo de Jack y charló animadamente con Eric. Jack estuvo inusualmente callado. Jack continuó en silencio mientras me acompañaba a clase. El aspecto disgustado de su rostro era una mala señal, pero no abordó el tema hasta que estuve sentada en mi pupitre y él se encaramó sobre la mesa. Como siempre, era consciente de que Eric se sentaba lo bastante cerca para tocarlo, y tan distante como si fuera una mera invención de mi imaginación.

-Bueno -dijo Jack, mirando al suelo-, Lily me ha pedido que la acompañe al baile del día de las madres en el bailable.

-Eso es estupendo Jack-conferí a mi voz un tono de entusiasmo manifiesto-. Te vas a divertir un montón con ella.

-Eh, bueno... -se quedó sin saber qué decir mientras estudiaba mi sonrisa; era obvio que mi respuesta no le satisfacía por completo-. Le dije que tenía que pensármelo.

-¿Por qué lo hiciste Jack?

Dejé que mi voz reflejara e inconformidad con cierta desaprobación, aunque me aliviaba saber que no le había dado a Lily una negativa o una dejada plantada definitiva. Se puso colorado como un tomate y bajó la vista avergonzado. La lástima hizo vacilar mi resolución y cordura.

-Me preguntaba si... Bueno..., si tal vez tenías intención de pedírmelo tú en su lugar.

Me tomé un momento de respiro, soportando a duras penas la oleada de culpabilidad que recorría todo mi ser y alma, pero con el rabillo del ojo vi que la cabeza Alessandro pasar cerca de mi salón con gesto de reflexión.

- Jack, creo que deberías aceptar la propuesta de Lily o de lo contrario ella es capaz de sabotearte-le dije.

-¿Se lo has pedido ya a alguien más que no sea yo?

¿Se había percatado Alessandro de que Jack posaba los ojos en él?

-No en absoluto -le aseguré-. No tengo intención de acudir al baile del día de las madres.

-¿Por qué no? -quiso saber Jack.

No deseaba ponerle al tanto de los riesgos que bailar suponía para mi integridad y salud si simplemente me caía, por lo que improvisé nuevos planes sobre la marcha.

-Esa semana voy a ir a Jacksonville -le expliqué. De todos modos, necesitaba salir del pueblo y era el momento perfecto para hacerlo usando de pretexto a Renee.

-¿No puedes ir otra semana?

-Lo siento, pero no puedo ya hizo planes mi mama -respondí-. No deberías hacer esperar a Lily más tiempo. Es de mala educación.

-Sí, tienes razón -masculló y, abatido, se dio la vuelta para volver a su asiento recoger sus cosas e irse a su taller. Cerré los ojos y me froté las sienes con los dedos en un intento de desterrar de mi mente los sentimientos de culpa y lástima e incluso ingenuidad. La señora Jones comenzó a hablar. Suspiré y abrí los ojos. Alessandro me miraba con curiosidad, aquel habitual punto de frustración de sus ojos negros era ahora aún más perceptible. Le devolví la mirada extrañada de su comportamiento, esperando que él apartara la suya, pero en lugar de eso, continuó estudiando mis ojos y comportamiento a fondo y con gran intensidad. Me comenzaron a temblar las manos algo nerviosas.

-¿Señorito Williams? -le llamó la profesora, que aguardaba la respuesta a una pregunta que yo no había escuchado.

- Leonardo da Vinci. Leonardo di Ser Piero da Vinci fue uno de los grandes maestros del Renacimiento -respondió Alessandro; parecía reticente mientras se volvía para mirar a la señora Jones.

I have reincarnated in  TwilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora