Un poder parte 4.

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Clavé la vista en el libro en cuanto los ojos de Alessandro me liberaron de encima, intentando centrarme en la lectura. Tan cobarde como siempre lo era, dejé caer el pelo sobre el hombro derecho para ocultar el rostro, pero fue inútil. No era capaz de creer el torrente de emociones que palpitaba en mi interior como un mar con fuerte corriente marina, y sólo porque había tenido a bien mirarme por primera vez en no sé cuánto tiempo. No podía permitirle tener ese grado de influencia sobre mí. Era patético; más que patético, era enfermizo y tonto.

Intenté ignorarle con todas mis fuerzas durante el resto de la hora concentrándome en otra cosa como la clase, dibujar o escribir y, dado que era imposible, que al menos no supiera que estaba pendiente de él. Me volví de espaldas a él cuando al fin sonó la campana, esperando que, como de costumbre, se marchara de inmediato e irme a casa con Charlie en su patrulla después de gimnasia.

-¿Ade?

Su voz no debería resultarme tan familiar que era tan irreal, como si la hubiera conocido toda la vida en vez de tan sólo unas pocos años antes ese tono me era tan familiar a la de ese chicho en mi vida anterior que era imposible que estuviera aquí. Sin querer, me volví lentamente. No quería sentir lo que sabía que iba a sentir cuando contemplase aquel rostro lindo. Tenía una expresión cauta cuando al fin me giré hacia él. La suya era inescrutable. No dijo nada y solo me mantuve distante.

-¿Qué? ¿Me vuelves a dirigir la palabra otra vez? -le pregunté finalmente con una involuntaria nota de petulancia en la voz. Sus labios se curvaron, escondiendo una sonrisa.

-No, en realidad no -admitió.

Cerré los ojos e inspiré hondo por la nariz, consciente de que me rechinaban los dientes. Él aguardó.

-Entonces, ¿qué quieres, Alessandro? -le pregunté sin abrir los ojos; era más fácil hablarle con coherencia de esa manera sin decir estupideces.

-Lo siento -parecía sincero-. Estoy siendo muy grosero de mi parte, lo sé, pero de verdad que es mejor así.

Abrí los ojos. Su rostro estaba muy serio.

-No sé qué quieres decir respecto a tus repentinos cambios de comportamiento -le dije con prevención.

-Es mejor que no seamos amigos -me explicó lentamente-, confía en mí.

Entrecerré los ojos. Había oído eso antes.

-Es una lástima que no lo descubrieras antes así no me hubiera hecho ilusiones-murmuré entre dientes-. Te podías haber ahorrado todo ese pesar e intriga.

-¿Pesar e intriga? -La palabra y el tono de mi voz le pillaron con la guardia baja, sin duda-. ¿Pesar e intriga por qué?

-Por no dejar que ese tonto me hiciera puré.

Estaba atónito. Me miró fijamente sin dar crédito a lo que oía. Casi parecía enfadado e irritado cuando al fin habló:

-¿Crees que me arrepiento de haberte salvado de esos niños?

-Sé que es así -repliqué con brusquedad sin tacto.

-No sabes nada.

Definitivamente, se había enfadado por completo. Alejé bruscamente mi rostro del suyo, mordiéndome la lengua para callarme todas las fuertes acusaciones que quería decirle a la cara y reclamarle. Recogí los libros y luego me puse en pie para dirigirme hacia la puerta.

Pretendí hacer una salida dramática y triunfal de la clase, pero, cómo no, se me enganchó una bota con la jamba de la puerta y se me cayeron los libros. Me quedé allí un momento a causa del golpe, sopesando la posibilidad de dejarlos en el suelo. Entonces suspiré y me levanté para recogerlos. Pero él ya estaba ahí, los había apilado. Me los entregó con rostro severo.

I have reincarnated in  TwilightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora