Polaroid

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Hoy era uno de esos días donde se lamentaba tener que ser como es y ser señalado por cualquiera esperando que fuera un caso de éxito con provecho para un país como lo es Corea.

Su madre le había encomendado asistir al colegio de su hermano para ciertas papeleos cotidianos de los estudiantes y una reunión de padres y/o tutores con fines meramente académicos. Si bien no era la primera vez que se presentaba como responsable de su menor, cada vez odia más poner el pie en un centro educativo.

Las preguntas sobre su pasado y mayormente sobre su actual vida le retumbaban en la cabeza, no era nada de lo que esperaban de él y nunca quiso serlo. Todo era abrumador, nadie veía más en el que un cerebro casi perfecto. Si se lo preguntaban, no podía ser completamente perfecto porque sino sería robot y no humano que para su suerte a este punto quisiera serlo; quería no tener la habilidad de sentir, de responder ante un impulso o atravesar por una montaña de emociones. Así se hubiera evitado estar nervioso al saber que tendría que ver al pelirosa de nuevo.

Una vez más en las pocas horas que llevaba el día, su compañero había interrumpido sus pensamientos. Parece ser que desde que sintió la extraña mezcla de emociones al tocar un pedazo de cielo en los labios ajenos, un cabello rosa no paraba de presentarse en su mente. Se sentía estupido.

Con dolor de cabeza bajó del bus y caminó hasta la calle de su "centro de trabajo", trato de respirar y mantenerse lo más sereno posible antes de encontrarse con el pálido quien seguramente le hablaría apenas pusiera un pie en la cueva, es decir, lo normal pero ahora después de comerse la boca.

Sin tocar, abrió la puerta tratando de no levantar mucho la mirada pero al solo divisar a su amigo de gorra se quedó quieto analizando el lugar. Chenle no estaba.

-Hola Ji, ¿cómo te fue en la secundaria?- saludo de inmediato el castaño desde la cama, estaba cómodamente picandole a su móvil

El recién llegado acomodó sus pertenencias mientras escaneaba su escritorio compartido. No había malteada de fresa. -Horrible, como siempre- respondió simple y se sentó en su silla.

Renjun chasqueo, él mejor que nadie sabía lo desgastante que eso era para Jisung. -Chenle fue a comprar, le dio hambre- lo notificó al verlo que su mirada recorría el pequeño cuarto. -Por si te lo preguntabas- sonrió.

Sí, si se lo preguntaba.

Parecía que Chenle no le había contado nada, estuviera saltando y gritando de felicidad si lo supiera pensando que su plan de sabotear su soledad había dado un primer paso. ¿Lo fue en realidad?

No tardó en que la puerta volviera abrirse siendo el hacker faltante el responsable. -Ya llegaste guapo- saludo de inmediato al ver su nuca desde la puerta. El pelinegro se giró por inercia y sintió las manos sudadas cuando vio que le sonrió. -Tu leche de banana- mencionó después dejandole el encargo al chino de gorra quien le agradeció enseguida.

-¿También compraste café?- cuestionó Renjun al ver que una de sus manos sostenía su respectiva malteada de fresa y la otra un americano.

-Lo compre para ti- respondió girándose hacia el pelinegro. -Supongo que no haz tomado nada más que un cigarro- le regaló una sonrisa de lado y colocó la bebida frente a su teclado.

Jisung sólo se permitió darle una vista rápida acompañada de una mueca con sus labios. Su disco duro se reseteo y al reiniciarlo no supo cuál fue el error. Pudieron ser aquellos pequeños ojos oscuros en forma de media luna, visualizar de nuevo los belfos rosas que ayer probó o pensar que el americano es su favorito.

Renjun definitivamente sintió aquellos gestos diferentes, conocía bien el lenguaje corporal de Jisung, es decir, no tuvo más opción; era de pocas palabras, reservado y con deficiencia en habilidades socioemocionales. Su vía de conexión desde que lo conoció fueron las manías, gestos o acciones físicas que mostraba. Otros lo llamarían superficialmente sexto sentido pero según él iba en otro sentido y más que lo maternal.

Strawberries and Cigarettes [JICHEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora