CAPÍTULO XIX

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Fue una semana antes de que Vandal cumpliera veinte, cuando sucedió todo.

Ricardo había salido a la universidad desde el apartamento que compartía junto al chico de cabellos almendrados. Decidieron vivir juntos después de que la madre del último lo haya votado al cumplir los dieciocho. Vandal ese día no le tocaba estudiar, ni trabajar y por ende decidió consentir a su novio, preparándole el desayuno, su refrigerio para sus descansos , su almuerzo y por último una cena romántica.

Al menos eso es lo que él creyó.

Ricardo salió apresurado a las ocho de la mañana pues su clase comenzaba a las ocho y media. Le dio un casto beso en los labios.

—¡Nos vemos más tarde! —grito Vandal recibiendo un “Sí, bebé” apurado departe del pelinegro.

No se percató que se había olvidado el sandwich de carne que Vandal le había dicho que se llevara.

El chico de orbes avellanas al darse cuenta de ello negó sonriendo, apagó la ornilla donde preparaba el almuerzo. Subió escaleras arriba y se coloco una camiseta celeste y un pantalón de deporte, junto a sus únicas zapatillas que eran de color blanco. Agarró el refrigerio y lo colocó en una bolsa de tela amarilla junto a sus llaves y salió del departamento detrás de Ricardo, un tanto apresurado.

A pesar de estar contra la hora corrió con cuidado de los semáforos, mirando a ambos lados, pues no quería tener un accidente y que su novio se preocupara.

¿Que irónico verdad?

Cuando estuvo a pocas cuadras de la universidad se detuvo algo exhausto y se lamento por no haber mejor tomado un taxi, además de que llegaba más rápido.

Un sonido sordo lo alertó por completo, desviando sus pensamientos y varios gritos provinieron de aquel lugar donde se escuchó aquello. Vandal aterrorizado volteó a ver que era, una curiosidad rara invadiendole y a la vez una voz de “huye” en su cabeza. Pero había algo más dentro suyo, miedo. Un atemorizante sentimiento como tal cual su nombre que lo dejó perplejo en cuanto una bala salió disparada directo a un hombre impactando en su pierna, por alguna razón no podía moverse, como si la bala hubiese sido para él, sus brazos temblaban junto a sus piernas. Más gritos se hicieron oír y personas despavoridas comenzaron a correr en su dirección, Vandal cayó cuando una lo empujó con fuerza.

Entonces despertó del trance y volvió a sí mismo, intentó pararse, pero en el tobillo le escocio un dolor que antes no recordaba que estaba. No se había percatado de que este se había doblado cuando aquella lo hizo caer.

Mientras tanto la pelea se intensificaba el señor del arma gritaba insultos al aire mientras el otro se retorcía de dolor por el disparo en su pierna. Tres balas más se hicieron oír, una al aire y dos a un transeúnte que intentaba huir.

“Está demente” fue lo primero que pensó de aquel hombre que disparaba sin remedio a cualquiera que se pasara por su delante. Una chica más cayó a dos metros por una bala en su hombro y Vandal se alertó, sintiendo los ojos picarle. Se arrastró hasta ella y la calmó, intentando agarrarla del hombro sano para que se pare y corra, la chica lloraba bajo como si supiera que hablar seria el fin de las vidas de ambos. Respiraba con angustia y haciendo caso a los intentos del chico de bonitos ojos, se levantó con la mano en el hombro, brindándole también ayuda a Vandal, le sostuvo del brazo e hizo esfuerzo para pararlo.

Él intentó pararse como pudo, juró que realmente lo intentó, pero al plantar el pie herido gimió de dolor. Un sonido casi inaudible.

Casi.

Nostalgia [killerrich]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora