CAPÍTULO XII

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“Mira hacía al frente, adelante, mentón arriba. Eres el mejor” Pensó Ignacio, caminando por el parque poco concurrido. Había tenido una discusión muy fuerte y las lágrimas querían salir a flote tal cual perlas, más su orgullo les impedía libertad. Su padre era una de las personas con más dinero en la ciudad, era un hombre respetado, serio y de honor, tenía un doctorado en medicina el cual presumía galopante. Su madre, una cantante e intérprete llena de dulzura y bondad; sabía que de ella había heredado el talento de querer hacer arte.

Las discusiones se originaban siempre por pequeñeces. Hasta no tener la corbata en el lugar perfecto era índole de conflicto.

Aunque hoy había sido de los peores enfrentamientos que habían tenido. Su padre quería presentarle una chica, según él alguien que lo quiera, le de descendencia, cuide de sus hijos, una mujer de buen honra y adinerada. Pero Ignacio no estaba del todo de acuerdo, no quería una pareja presentada por su padre, quería alguien del cual él pueda enamorarse, sin importar la vida que lleve o si es de buena familia, quería un amor sincero y no de contrato.

Las lágrimas no salían de sus ojos, él no les iba a permitir, su mirada siempre al frente, no debía dejarse humillar. En cuanto su padre propuso su mano con fuerza en su mejilla, salió corriendo en dirección al parque cerca de ahí, alejándose de todo lo que le hacía mal. Corrió hasta llegar y comenzó a desacelerar, agarrando su frente con una mano  intentando calmarse desesperado.

Una banca se puso en su camino, se sentó sobre esta con desgano, mirando siempre recto. El viento agitaba los árboles con suavidad, las hojas bailaban con clase y algunos niños jugando divertidos se veían a lo lejos. Agarró su cabello y puso sus codos sobre sus rodillas, importandole muy poco si desordena su traje costoso. Y por fin las gotas saladas fueron liberadas, saliendo sin control por sus mejillas, mojando un poco el pantalón que llevaba puesto.

El aire traicionero acogió su nariz ya roja, dándole escalofríos y cosquillas hasta la punta de sus dedos. Su soledad fue interrumpida por una voz conocida.

—Disculpe ¿Se encuentra bien?

Miró hacia arriba siguiendo la melodía. Un rostro de preocupación y una cabellera rojiza cubrieron su vista. Con sus manos se secó las lágrimas que nacían en sus ojos, lo más rápido que podía, tratando que no lo vea así de mal, intentando aparentar ser perfecto. Volteó la vista al saber que no lo lograría, que su nariz roja y ojos hinchados lo delataban. Agitó sus pestañas.

—No es de su incumbencia —soltò sin pensar molesto, más segundos después un sentimiento de arrepentirse le hizo un hueco en el pecho, habló nuevamente intentando redimirse—, disculpe, quiero estar solo.

El chico lo miró con ojos melancólicos, preguntándose así mismo que es lo que había pasado. Lo vió desde que se sentó en aquella banca, con vidriosos iris y rubor rojizo, al instante supo reconocer que era aquel chico. Aquel con hermoso porte y mirada sería, con cejas pobladas, pestañas largas, atractivas. Y era un poco irreal verlo en ese estado, verlo tan destruido.

—¿Puedo sentarme? —preguntó con cautela, cerrando un ojo pensando que el aludido se negaría.

Tuvo  a el suave silencio como respuesta.

Dudó un poco antes de sentarse, limpiando el banco con su dedo, acomodándose entre la madera. Sus hombros algo caídos y las manos frías eran sostenidas entre sus piernas, inhaló, para después botar un humo blanquecino por su boca, el cual merodeó sin rumbo hasta desaparecer.

Ignacio estaba completamente sorprendido. Veía al chico al lado suyo con admiración; cualquier persona que lo habría visto pasaría de él, se burlaría o simplemente le daría miedo ir a ver qué pasaba. Pero era diferente. Hizo todo lo que pensó que una persona no podría hacer, y lo que más le asombraba es que ni siquiera habían llegado a conocerse plenamente. Las lágrimas se estaban secando en sus mejillas.

—Hola —escuchó de él.

Emitió un sonido lastimero en respuesta. Su garganta se volvió ronca y no sabía si hablar o no. Bajó la mirada mirando sus dedos, sus manos con piel suave y sus uñas demasiado cortas. El pantalón de vestir algo mojado y estropeado, aunque sinceramente ya no le importaba.

Y ocurrió lo impensable.

Sintió un apoyo en su hombro, una suave presión, un cálido cuerpo acortando la distancia. Volteó, viendo como esa cabellera despeinada, viendo como el chico a su lado se recostaba en él. Ignacio abrió sus ojos con sorpresa, y estuvo a punto de retirarse bruscamente, de decirle que estaba completamente loco y de irse a su casa molesto. Estaba tan a punto.

Pero se sentía demasiado bien.

Sus mejillas se sonrojaron y su cuerpo dejó de estar frío. Tembló un poco inconscientemente y suspiró débil. No sabía qué hacer en esos momentos, se quedó quieto, se sentía expuesto. Más retirarse no le era una opción.

Hasta que su cuerpo decidió actuar, su cabeza fue cayendo sin su control, encima de la otra, como dos imanes de cargas opuestas. Y se unieron sinceras, sintiendo una chispa de electricidad al tocarse, suspiraron ambos. Era extraño, una sensación por demasía peculiar, un sentimiento de emoción, de vergüenza. Era nuevo, nunca sentido. Pero a la vez, tan maravilloso.

Gabriel siendo más alto se acomodó de tal forma, haciendo que su pecho se sintiera cálido. También le era particular, también su cuerpo actuó sin pensar. Olía el perfume del contrario, fuerte y recio, se embriagó con ello sin pensarlo y se mareo queriendo.

—Hola —respondio Ignacio al primer llamado.

Dos extraños sentados juntos, de esa manera, como si se conocieran de toda la vida. Pero supo el pelirrojo que lo había hecho bien, no se arrepentía. Las gotas de los ojos oscuros se habían acabado, y la tranquilidad gobernó el ambiente, junto a la calidez. Quería estar así por siempre.

Gabriel movió su cabeza y la retiró suavemente, viendo como el otro también se incorporaba, la electricidad ya no hacía chispa, pero las cosquillas seguían hasta en las puntas de sus dedos. Sonrió, con el rojo pintando la cara y con los ojos claros brillantes.

Río mirando al cielo— Espero que estés mejor—suspiró, recapitulando lo que había hecho y como se había lanzado, se puso nervioso—, lo si-siento, por la cercanía —bajó su cabeza apenado—, me alegra que ya estés mejor —dijo sonriendo sincero en su dirección, para después levantarse del banco, dejando un vacío.

Ignacio no sé movía, no quería hacerlo. Sus sentidos se perdieron en cuanto sus cabezas se tocaron. Su mente daba vueltas, preguntándose una y otra vez que había pasado, que es lo que había hecho.

Ese tipo de afectos entre hombres le daba repulsión, sentía asco. Odiaba a todo aquello. En serio lo detestaba.

Pero no podía borrar las ganas de querer besar al chico que se había ido. Y se dió cuenta que estaba comenzando a odiarse también.








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Capítulo dedicado a:

@Jazush



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No me maten D:

Demasiadas tareas bonit@s :(. Un día lloré del estrés ajdjskxjksjd,  Intentaré actualizar más rápido uwu. Además de que en unas semanas ya tengo  semana de vacas y ciones jsjsjs

Porfavor perdonarme ;-;

Bueno, espero que les haya gustado este capítulo, ya era hora de hacer algo con el rusbi y con Shad sjjsjs. 

Sin más que decir, nos leemos luego 👀







-Always in my heart. M.





Nostalgia [killerrich]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora