Prólogo

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Louis ni siquiera sabía cómo es que había terminado en el interior de su auto con su saco arrugado, su camisa abierta a la par sobre su pecho, su corbata deshecha en su cuello y sus pantalones hasta la altura de sus tobillos. El desconcierto se mezclaba con la excitación que recorría cada centímetro de su cuerpo mientras aquel lindo chico de ojos verdes y rizos color chocolate se entregaba a él con una pasión desbordante.

El ambiente estaba cargado de una tensión erótica que parecía envolverlos por completo. Los gemidos de placer y los movimientos expertos del chico sobre su polla eran una sinfonía de éxtasis y deseo. Louis se sentía como en el mismísimo jardín del Edén, donde la tentación se manifestaba en forma de aquel ángel de ojos esmeraldas.

Cada roce, cada beso y cada suspiro eran una revelación para el ojiazul, quien se dejaba llevar por la vorágine de sensaciones que le ofrecía aquel ser irresistible. No podía evitar preguntarse cómo es que había llegado a este punto, cómo es que había caído en las redes de aquel seductor sin siquiera darse cuenta.

Los encantos de aquel chico aún eran un misterio. No entendía cómo había logrado envolverlo tan rápido, cómo había despertado en él una pasión desenfrenada y una entrega total. Pero en ese momento, todas esas preguntas carecían de importancia. El placer que experimentaba en ese instante era tan intenso que no había espacio para la duda o la reflexión.

Louis se entregaba por completo a aquel encuentro carnal, dejando que sus sentidos se inundaran de placer y su mente se sumergiera en un éxtasis indescriptible. En ese momento, no había pasado ni futuro, solo existía el presente, la conexión física y emocional con aquel chico que había despertado en él un deseo insaciable.

Mientras el jardín del Edén se desvanecía a su alrededor, Louis se dejaba llevar por la corriente de sensaciones y emociones que lo llevaban a un lugar más allá de las palabras y las explicaciones. Solo existían él y aquel chico, entregados por completo a la pasión y al placer que los unía en ese instante eterno.

El ojiazul se sentía en una fina línea entre el cielo y el infierno, donde el placer actuaba como un intermediario irresistible que inundaba cada rincón de sus cuerpos febriles. Las llamas de la lujuria los consumían con una pasión desenfrenada, provocando que sus respiraciones se volvieran agitadas y sus cuerpos se cubrieran de un sudor que era el testimonio de su entrega total a aquel deleite que los colmaba por completo.

Cada momento anterior a caer bajo los efectos de esos hipnotizantes ojos verdes y esa dulce boquita rosada era ahora un recuerdo difuso en la mente del mayor. Recordaba las palabras de su amigo y socio, quien le había instado a relajarse y divertirse un poco más, y eso era precisamente lo que estaba experimentando en este instante.

El hermoso chico rizado con ojos de ensueño había cautivado por completo a Louis desde el escenario. Su carita perfecta, su piel pálida y su cuerpo de infarto eran un auténtico deleite visual. Cantando con una voz seductora, el chico lucía una falda plisada de cuadros que se alzaba hasta la mitad de sus muslos, unos converse blancos que contrastaban con su conjunto de ropa y un abrigo de lana del mismo color que sus zapatos.

La combinación de su apariencia deslumbrante y su talento en el escenario había capturado por completo la atención del hombre. Ahora, se encontraban sumidos en un éxtasis compartido, donde sus cuerpos se unían en una danza carnal que los llevaba cada vez más cerca del clímax.

El placer y la pasión los envolvían como una corriente eléctrica, donde cada caricia, cada beso y cada gemido eran un combustible para el fuego que ardía entre ellos. No había espacio para pensamientos o preocupaciones en ese momento, solo existía la conexión física y emocional que los unía en un abrazo íntimo y ardiente.

Be My Daddy  [L.S] [Completa] [Edición incompleta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora