𐚁 EPÍLOGO𓏲ּ ֶָ֢

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SIETE AÑOS DESPUÉS...

—¿Que miras Lían?– Un pequeño hombrecito de ojos azules reaccionó a las palabras de su madre después de perderse en una fotografía antigua de sus padres.

—¿Papi?– Annie se acercó a su hijo quien se acomodó sobre la cama.

Pidió prestado la fotografía sin decir palabra alguna, cuando observó lo que el pequeño estaba mirando dio una leve sonrisa y suspiró.

—Si cariño.– Musita, tomando el cuadro con sus dos manos, en aquel cuadro lograba relucir a un Armin que apenas había ingresado a trabajar al hospital y a una Annie que empezaba a aprender a tomar el mando de su empresa. —Somos él y yo hace siete años.– Respondió sin dejar el gesto dulce de la comisura de sus labios.

Habían pasado siete años desde la tragedia más grande sus vidas.

Siete años en donde lo arriesgaron todo por ganar a pesar del enorme riesgo que afrontaron.

El miedo es una cualidad que nunca iba a desaparecer.

Desde aquel día, muchas cosas cambiaron para bien en su vida, sucesos que la fortalecieron y errores de las cuales aprendió lecciones para poder corregirse como persona.

Que feliz es ahora.

—Mami sigue siendo linda.– Las palabras de su pequeño alimentaron su alma de amor.

Annie observa a Lían con admiración, es tan parecido a Armin, una copia exacta de él, ojos azules como el océano, cabellos rubios, dorados como el sol, una enorme sonrisa y con una gran bondad para ayudar a cualquier persona que se le cruce.

A pesar de ser tan pequeño, tiene la habilidad de aprender cosas sin dificultad, a su corta edad ya sabía leer sin titubearse y resolver actividades de su escuela sin ayuda.

—Mi Lían.–

Annie no se resistió en darle un abrazo fuerte a su pequeño, estaba a dos días de cumplir siete años, para la rubia, el tiempo había pasado demasiado rápido, parecía que a penas fue ayer que pudo sentir sus manitos moverse, escuchar su primer llanto y abrazarlo para recostarlo en su pecho y alimentarlo.

Lían es el niño por el que tanto había luchado para protegerlo, desde que lo concibió, desde que estuvo en su vientre hasta nacer.

Le dio un beso en sus mejillas para luego sentarlo en sus piernas, no dejaba de mirarlo, siempre que podía, admiraba el gran parecido que tiene con Armin cuando era pequeño.

Y no le molestaba, le gustaba que el fuera como su padre, teniendo un gran corazón y ansias de explorar el mundo.

—Debemos terminar de prepararnos, vamos.– No le importó llevarlo entre sus brazos, de vez en cuando lo hace.

Para ella no deja de ser su bebé.

Llegaron hasta la habitación de al lado, un espacio color celeste con decoración de nubes y peluches para alegrar la recamara.

El frío del invierno estaba azotando a toda la ciudad, es una época que todos conocen y Annie sabía que debía abrigar no sólo a Lían, sino también a su pequeña niña de cuatro meses de nacida.

—Annia aún está dormida, no hagamos ruido para que no despierte, ¿si?– Le susurró a su pequeño, Lían dulcemente movió su cabecita afirmando obedecer a su mamá.

La maternidad le había encajado a la perfección, desde siempre se consideró una mujer que muestra poco afecto, pero con sus niños es todo lo contrario, ni siquiera lo intenta porque es algo que le sale del corazón, es algo que le encanta hacer, amar con todo su corazón y dedicarles afecto.

𐚁 CORAZÓN ENCADENADO 𓏲ּ ֶָ֢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora