Capítulo 9.

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Reunión.

Benjamín.

La casa enfrente de mí seguía exactamente como la recordaba. En un blanco inmaculado, pequeña por fuera; ventanas de madera, un porche repleto de flores plantadas en diversas macetas y un camino rocoso con un jardín a su alrededor, dándole un toque hogareño.

Cinco años después y aún podía sentir ese aroma de girasoles que le recordaba a la mujer que adentro habitaba.

Con paso firme me aproximó a la entrada, tocó tres veces y espero a que el pasado me vea a los ojos. Unas sutiles pisadas se escuchan adentro, en dirección a la puerta, ocasionando el repentino nerviosismo que me ataca.

Acomodo distraído mi camisa y paso mis manos por el pantalón en un intento por ignorar mi pesada respiración.

Se escucha el suave crujir de la puerta al ser abierta, dejando ver a una mujer de cabellos negros, estatura baja y piel blanquecina, con unos grandes ojos verdes. Ojos que alguna vez lo hicieron suspirar.

La sorpresa en el rostro de ella fue clara, como si no creyera que ahora estaba ante su entrada, después de varios años.

—Dime que no estoy soñando un momento de serie coreana empalagosa.

—Nunca he visto una, así que... —contesto sin poder evitar la sonrisa que nace en nuestros rostros.

—Es que, tú no podías ser tan perfecto —confiesa de una forma genuina, agarrándome con la guardia abajo.

Rasco mi nuca un poco tenso, y ella lo nota.

—¿Le pasó algo a ella? —inquiere, cambiando su semblante a uno serio. El reencuentro había pasado a segundo plano.

Tan solo asiento.

Ella con un gesto, me permite pasar y nos conduce hacía su consultorio. Seguía igual, decoración minimalista, pero con colores cálidos. Como era ella.

—Cuéntame, Benjamín —pide, sentándose en un sofá acolchado verde, para luego indicar que me siente en dónde guste.

Tomó asiento enfrente suyo, en un sofá individual esponjoso, color naranja.

Odiaba ese color.

No sabía por dónde empezar.

—Quiero que vayas a verla.

Ella suelta un suspiro cruzando sus piernas.

—Debes ser sincero y decirme la razón por lo cual debería hacer eso —dice con divina calma —. ¿Volvió a colapsar? —asiento con la cabeza, afirmando —¿Volvió a consumir? —dudo en responder, pero al final lo afirmó. Sejmet se enojaría, pero alguien debe velar por su bienestar —. ¿Por qué volvieron? —inquiere preocupada.

—No te lo puedo decir —contesto sin dejar de verla, sin dejar de detallar su perfil, sus facciones delicadas y su cabello voluminoso.

Seguía igual de hermosa.

—Benjamín... Aún recuerdo la primera vez que los dos vinieron juntos, se hicieron pasar como pareja y en la primera sesión, supe que todo lo que ella decía era mentira. Ella debe querer esto, no solo tú —comenta con el mismo profesionalismo que le recordaba.

LA SAYÓN | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora