Capítulo 30.

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Peticiones Vs Verdades

Podía sentir sus manos sobre mi. Rozándome, acariciando mis puntos más sensibles, mientras al mismo tiempo me adoraba, me hacía suya como nunca antes lo había hecho. Por un segundos mis sentimientos se dividieron y no supe que sentir, solo lo percibía a él, en todas partes, en cada trazo que le daba a mi piel y como su nariz inhalaba mi olor. Sus palabras seguían frescas en mi mente, seguido de nuestros gemidos y como sus besos enciendan mi cuerpo. Él tenía el poder de acabarme con solo la suavizada de sus labios y no se daba cuenta. Era capaz de destruirme y reconstruirme al segundo de llevarme al clímax. Ambos ejercíamos cierto poder sobre el otro, un poder que nunca admitimos, pero el cual se hacía presente en el momento que nos uníamos y solo queríamos pertenecernos.

Él desconocía mi pasado con las drogas y sin duda, él era el único vicio que me gustaba tener; él fue quien me hizo renunciar a mis ideales, a mentirle a mi padre por primera vez, quién me enseñó a soñar y anhelar una vida más allá de la que vivíamos. Él corrompió mis esquemas y nunca lo ha notado.

Ahora no sabía que pensar, creer o hasta imaginar, ya que no quería ni suponer que él tuviera algo que ver. Después de todo era nuestra hija de quién hablamos, alguien que no se merece esto.

La sorpresa que embargo su rostro en el momento que Benjamín lo acusó, fue evidente, más cuando una rabia cubrió sus ojos, solo eso me hacía sentir que había un gramo de esperanza, de que no sería capaz de llevar está venganza tan lejos como para dañar a Hanae.

Me llevo el vaso de agua a la boca y tomo un largo trago buscando algo de calma en el refrescante líquido, pero esto no ocurre y solo podía sentir la desesperación volviendo a mi cuerpo. Mis ojos viajan hasta encontrarlo sentado a dos asientos por delante tomando un vaso de whisky. Raiden estaba sentado frente a él diciéndole algo, pero este no le presentaba atención.

Habíamos acordado un plan. Benjamín mantendría las apariencias junto al resto de mis aliados, Syaoran sería trasladado a una de mis propiedades en California, yendo con él tres kobun por protección y además, que uno de ellos sellaría el lugar y lo volvería incapaz de rastrear. Mientras, Amaya y yo iríamos con V y su seguridad a hacerle una visita a Amren. V no me había dado muchos detalles y una parte de mi no lo quería, solo quería llegar y poder ver a mi hija. No estaba segura si él la tenía, pero estábamos viajando hacia allá por una razón. 

Amaya hace unas horas que se había quedado dormida en la habitación del jet, dejándome sola con mis pensamientos.

Al costado del asiento veo como Raiden pasa por mi lado directo al baño, logrando que por alguna extraña razón el ambiente en la cabina se vuelva pesado y casi palpable. Por un momento, pienso en buscar otro vaso de agua, pero V toma asiento enfrente de mi dejando mi mente en blanco, con solo una mesa de apenas un metro de distancia.

Jamás había visto ojos tan expresivos como los suyos, fue una de las cosas que llamaron mi atención sobre él. Aunque, con el paso del tiempo estos se volvieron más duros y fríos, todavía seguían siendo los ojos que una vez conocí y amé. Así él no me creyera. Aún había ese algo en su mirada que yo conocía muy bien, estaba luchando consigo mismo, al mismo tiempo que estaba ese brillo que solía darme antes.

El pecho subía y bajaba intermitente, mi respiración iba lenta tratando de calmar la revelación que tenía delante de mi. Una calidez me recorrió, deteniendo un latido de mi corazón y haciendo que este se acelerará con mucha rapidez.

LA SAYÓN | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora