Capítulo 20.

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«Éxito, la suerte es para principiantes»

La madrugada era fría. El viento agitaba mi cabello a medida que iba corriendo. El olor a hierba y tierra entraba por nariz trasmitiéndome una paz que, no sabía necesitaba en ese momento.

Pasos a mi lado se escuchan al compás de los míos. La soledad de la noche nos mantenía libres y concentrados. Aunque, una de las cosas que odiaba de correr y sin música, es que tú cerebro decide que es el mejor momento para acribillarte de pensamientos.

La cacería ha dado inicio y debo estar más que preparada para lo que se viene. En este mundo no existe la piedad, menos para un rival. Yo me había ganado la reputación que ahora me condenada, y debía librar está batalla.

No podía empezar una vida con Hana con tantos cadáveres en mis hombros y personas queriendo venganza. No la quería expuesta a esto y menos por mi causa, ella podía tener una vida mejor de la que tuvimos Syaoran y yo, y si es posible voy a dársela.

Cueste lo que cueste.

Debía hablar con Vikram. Es el padre de Hanae y sí, no estamos en los mejores términos y no se si algún día lo estemos, pero quiero saber si ella le importa o si le interesa, porque si es así, sé que él la protegería.

Los problemas solo se iban acumulando cada día.

Enterré a Olivia, pero sigue presente en todo momento. Aún no entendía porque habían abierto el caso nuevamente. Le pedí a Mijaíl que investigarán, pero las razones no eran suficientes para abrir un asunto sellado. Alguien en un puesto alto le estaba dando más interés del necesario a un accidente común.

Estaba claro que para esa persona el accidente, no era lo que parecía ser. Sin embargo, si seguía por el mismo camino de ahora, le puedo jurar que se va encontrar un arma apuntándolo al llegar a su destino.

—Escucho a tu cerebro atormentado... relájate -dice Renzo a mi costado después de media hora en silencio desde que salimos de la mansión.

-No es tan fácil.

-Lo sé, pero no logras nada agobiándote -argumenta sobrepasándome y poniéndose al frente de mí. Se voltea quedando cara a cara mientras continua trotando de espaldas -. Sé lo que es el sentirse acorralado, pero tienes apoyo, no estás sola.

-¿Graci-as? -trato de decir dudosa. Renzo reí a carcajadas al ver mi intento de cordialidad.

-No tienes que hacer lo que sea que intentaste hacer -habla sin dejar de reír -. Y no lo vuelvas hacer, fue patético.

Ahora quien ríe soy yo. Mis hombros se sacuden y bajo el ritmo del trote solo para reír más a gusto.

¿Quién diría que volvería a reír con alguien que hace semanas no conocía?

-Y... ¿me dirás? -inquiere con cierto brillo en su mirada.

-¿De qué hablas?

-Sobre Benjamín y tú -suelta curioso provocando que mi pulso se altera por pocos segundos.

-No hay nada que decir y tampoco es tu asunto -asevero evidenciándome.

-¿Enserio? Porque recuerdo un casi beso...

-¿Estuviste ahí? -pregunto deteniendo abruptamente mi andar.

-¿Quién crees que disparo? -revela con una sonrisa torcida. Me sorprendo ante su confesión e internamente le estoy agradecida, una vez más -. Ahora sí aceptaría ese gracias -dice divertido provocando que ruede mis ojos.

-No hay y no habrá nada entre nosotros -aclaro con cierta amargura, pero era la realidad.

-¿Y por qué? ¿Hay un código o algo? ¿No puede salir con la heredera? -interroga bromista quitándole peso a la conversación.

LA SAYÓN | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora