Prólogo

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Me he cuestionado innumerables veces, he pensando hasta el punto de sentir punzadas en mi cabeza

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Me he cuestionado innumerables veces, he pensando hasta el punto de sentir punzadas en mi cabeza. Me he subestimado a tal grado de probarme y aceptar, que soy la mejor. Nací y crecí de este lado de la moneda. Del lado que lo tiene y lo controla todo. Del lado influyente y asesino del país, del mundo. Donde las cuentas eran saldadas y pocos sobrevivían. Donde primero valía la lealtad y el dinero. Donde la traición tenía un alto costo. Y donde, el que tenía más sangre en las manos era el más temido.

Al nacer mi camino fue decretado. Solo sabía hacer una cosa mejor que nadie, era la más temida y respetada. No todos tenían esa clase de poder. Ni siquiera los más grandes de la historia en la mafia. Yo cree una nueva era. La primera mujer en ganarse un puesto en la Yakuza.

Pertenecía al clan más fuerte y respetado de los últimos cincuenta años. Padre lo lideraba y mi hermano era su mano derecha. Y yo, su mejor arma.

Después de doce años de ser leal a mi familia. Tome un nuevo rumbo con la aprobación de mi padre, solo él sabía el porque de mi decisión. Me dirigí e hice una vida a la que muchos llaman «Normal», en Estados Unidos, nuestros más grandes aliados. Y nadie nunca supo que estuve ahí los últimos cuatro años. Cambie mi nombre, aspecto y hasta manera de ser. Empecé la universidad, al poco tiempo me uní al equipo de natación y en menos de lo que pensé, me volví la capitana. Llegué a los juegos regionales, nacionales, internacionales y después en solitario, a los juegos olímpicos.

Esa vida me gustaba, era como una fantasía que por primera vez podía vivir a mi disposición. En el mundo del deporte empecé hacer reconocida. Una celebridad. Pero siempre estuve sola. Tenía amigos, pero no de manera íntima. De mi hogar aprendí que la información era de lo más poderoso que podemos poseer y era mejor ser reservada y precavida, con quién estaba en el entorno.

Fue una experiencia, que se fue volvió una realidad y una vida que jamás creí. La adore y no supe cuándo o cuánto la había anhelado.

Hasta que fue amenazada.

No permitiría que lo que cree fuera derrumbado. No lo haría. Y no dejaría que toquen o aunque sea respiren cerca de lo que me importa.

Era el momento de volver a mi hogar.

Nunca fui una cobarde y era tiempo de saldar las deudas de mi pasado. Nadie tendrá inmunidad.

La leyenda. La serpiente estaba cada vez más cerca. Y debían volver a tener miedo. Yo lo iba a ser surgir de nuevo.

Estuve por mucho tiempo en las sombras, del otro lado de la moneda y, a la vez tan expuesta del otro. Nadie se imaginaba que esa chica, que logro esas medallas, portadas y titulares, en realidad era una asesina.

Yo soy la Sayón.

«Presente»

Mierda.

¡Que está pasando!

La sangre se olía a kilómetros y estaba a tan solo unos metros. El cuerpo estaba inerte, ambos ojos abiertos y el rostro de un gris casi azul, las venas sobresalían. Su boca permanecía abierta y sus hombros caídos.

Fue ha causa de un veneno. Paralizó su cuerpo y fue quebrándolo desde adentro. Lo asfixió y poco a poco lo mató.

Cuatro años sin estar cerca de un cadáver. Cuatro años sin oler la sangre apunto de descomponerse. Cuatro años sin ver esa mirada perdida, vacía, cuando el alma deja tu cuerpo. Cuatro años, sin usar lo aprendido.

Un escalofrío me recorrió desde los pies hasta las manos.

Había olvidado la sensación.

La sensación que solo producía la muerte.

Los presentes pensaran que estoy en shock, que no puedo creer lo que hay ante mis ojos. Paralizada. Sin imaginar que viví tantas veces este mismo escenario.

No podía despegar mis ojos. Mis manos ardían por tocarlo, por saber si lo que creo es cierto. Para averiguar si esto es real y no mi mente jugándome una mala pasada. Pero no, mi mente no era el problema y esto no era una locura. El rostro desconcertado y asustado de las personas a mi alrededor me indicaba, que esto no podía ser más real.

Mi amigo estaba muerto a tres metros de mí. Sentado en una silla alta como una atracción, con el pecho descubierto con un lobo grande tatuado en todo el centro de su pecho, y palabras japonesas debajo de este.

Por suerte nadie sabía que decía, excepto por mí.

«Un regalo, amada mía »

Mierda.

Mi celular empieza a sonar y logra sacarme de la conmoción. Lo tomo entre mis manos y un tablero aparece en la pantalla.

El tablero era como en el ajedrez, pero en vez de ser fichas del juego, en este estaban las fotos de mi padre, madre, hermanos, las personas más cercanas a nosotros y los hombres de confianza dentro del clan. Aun podía reconocerlos a todos, con algunos cambios en su aspecto, pero seguía siendo mi familia.

La pantalla de repente se apagó y encendió al segundo mostrándome un tablero diferente, en este estaban todas las personas que había conocido en California. Y con una grande mancha roja, se encontraba cubierta la ficha donde estaba el rostro de la persona muerta a menos de cuatro metros de mí.

El aparato en mis dedos se volvió apagar y encender al segundo, con dos palabras específicas y claras.

«Es hora»

Del teléfono empezó a salir humo, estaba calentándose pero yo no podía dejar de sujetarlo, grabándome cada uno de los tableros en la mente. Cada posición en la que los rostros estaban colocados, esperando cuando le tocará su momento de jugar.

Eso no va a pasar.

Quieren jugar conmigo, está bien. Lo lamentaran a tal grado, que imploraran morir.

Un dato sobre las serpientes, son pacientes y rápidas a la hora de atacar. Capaces de doblegar a su presa a su disposición, para al final degustarse con su cometido.

Mi padre me formó para ser una serpiente. Les demostraré lo que es una muerte lenta y dolorosa. Y al final, seré yo la que disfrute.

LA SAYÓN | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora