Capítulo 23.

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Por los dos.

El agua me rodea y observó como las pequeñas burbujas suben a la superficie producidas por mis leves movimientos. Mi cuerpo se siente increíblemente ligero, permanezco con las piernas cruzadas sintiendo como mi cuerpo levemente flota sin llegar a tocar el suelo. Contengo la respiración, guardo la calma y me permito un momento de tranquilidad absoluta. Lo que necesitaba para pensar.

Cada día que pasa es como si la antigua yo sé apoderará de mí. Desde que volví a casa no se quién soy, y a veces deseo no saberlo. Actuó por inercia la mayor parte del tiempo, dejo que mis instintos me guíen mientras mi mente trabaja veinticuatro horas. Pronto todo iba a caer en su lugar. Empezaré de nuevo y más fuerte que antes, le dará una vida a Hanae inigualable y sobre todo paz. Esta guerra estúpida terminará cuando yo lo decida y moriré cuando yo lo decide.

Nadie además de mí elegirá mi camino. Si he de morir será por mí, no por V y su venganza que poco a poco haré que se vuelva polvo, y mucho menos por unos idiotas que me guardan rencor cuando todos y cada uno de ellos son unos hipócritas.

Al villano en las historias siempre se le olvida una cosa, así como el héroe tiene enemigos, el villano también. Y como dicen: “El enemigo, de mi enemigo, es mi amigo”.

Aún no han conocido la verdadera razón de porque me dicen Sayón, pero haré que lo descubran. Las serpientes actúan por instinto, pero son ágiles y tienen precisión al atacar a su víctima. Ellos no se darán cuenta de mi presencia hasta que estén en el piso, asfixiados y pidiendo clemencia.

Tal vez no sepa quién soy, pero sé lo que quiero y con eso me basta.

Abro mis ojos sintiendo como el agua se adentra en ellos, hasta que me acostumbro y veo el azul reflejado en el agua gracias a los azulejos y luces que poseía la piscina. En eso, me percató de una sombra sobre mí, pero no es hasta que escuchó mi reloj sonar que me elevo saliendo a la superficie.

Quince minutos bajo el agua, nuevo récord personal.

El rostro extrañamente sereno de Kyoko me da la bienvenida. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. Llevaba puesto un vestido recto, elegante en un tono marfil, su cabello estaba suelto dejando ver lo largo que era, mientras sus pies están cubiertos por unas finas sandalias. Sin embargo, el hematoma en su brazo derecho es lo que llama mi atención. No me preocupa, pero aviva mi curiosidad.

Sus ojos me examinan siendo notable la interrogante que debía tener en su mente.

—Así que padre te tenía oculta aquí —rompo el silencio y empiezo a nadar en estilo libre, dejándome llevar un poco.

—Debes estar contenta —suelta monótona al dejarse caer en uno de los sofás. El lugar era lo suficientemente cerrado para que su voz se escuchará con algo de eco.

Nado hacía ella y dejo descansar mis brazos en el borde la piscina, la observó con detenimiento una vez más y veo otro hematoma al final de su pierna.

—Para nada, las personas obtienen lo que dan. Y tú, traicionaste a un hombre orgulloso, narcisista, manipulador y cruel —expongo serena, siendo totalmente franca con ella. Su mirada se empaña, pero no deja salir ninguna lágrima.

Ella sabía que yo tenía razón.

—Nunca quise casarme —empieza a decir ganándose mi atención —. Pero no tenía voz para tomar decisiones con mi propia vida, mi realidad fue decida por una docena de hombres de mi familia —acepta de una manera dolorosa, siendo evidente la aflicción en su voz. Mira el lugar desinteresada y vuelve a posar sus ojos en mi —. Cuando vi a tu padre por primera vez, supe que sería infeliz, pero decidí que haría lo posible por no serlo. Hasta que fui estúpida y cometí un error, y no me di cuenta de lo que pedir, porque sí —asegura —. Tu padre es todo lo que has dicho, pero Zhào Rei es mucho más que eso, al menos pude conocer ese lado que no le muestra a nadie —contesta sonando ilusa.

LA SAYÓN | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora