Matrimonio.

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{Dos semanas después}

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Hace una semana regresamos de nuestra luna de miel. Ahora que soy la señora Haner, no podría estar más feliz. No disfrutamos mucho Venecia, ya que, nos la pasamos la mayor parte del tiempo en la habitación teniendo sexo maravilloso. Ya habrá más tiempo para volver y dar otro paseo; por el momento sólo queríamos disfrutar el uno del otro.

Decidimos, junto a Brian, que el mejor lugar para vivir era aquí en su mansión de Londres; estaba cerca de todos nuestros amigos y de su familia. Además yo no quería dejar de visitar la tumba de mi hermano, ni la de mis padres. Ir al cementerio me hacía sentir que estaban cerca. Debo admitir que, el hecho de que no haya podido tenerlos en mi boda, me había entristecido demasiado. ¡Estaba tan feliz y tan desecha a la vez!; pero todo los malos pensamientos se esfumaron cuando llegué al altar y Brian me brindó la más sincera de sus sonrisas. Me encontraba junto al hombre más misterioso y encantador; un joven de hermosos ojos cafés, del que me había enamorado irremediablemente.

Sí, de seguro hay momentos en que quisiera golpearlo hasta dejarlo inconsciente; pero ¿No se trata de eso el matrimonio?, es un sentimiento mutuo de amor-odio.

Son las ocho de la mañana. Yo estoy en la cama, repasando mi vida. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el olor del tocino, que Brian estaba cocinando para el desayuno, me obligó a levantarme rápidamente hasta el baño; llegué al inodoro y me arrodillé ante él, soltando de golpe un líquido amarillo. Sí, sólo era mi bilis, ya que, No tenía nada en mi estómago. Me quedé por unos minutos más allí para asegurarme de que las náuseas hubieran desaparecido completamente. Cuando me sentí mejor, me levanté y dejé correr el agua del excusado; me acerqué al lavabo y cepille mis dientes, repetidas veces; aún tenía esa sensación de "asco". ¡Detesto las náuseas!, me hacen soltar lágrimas debido a la fuerza que ejerzo para soltar lo que está en mi estómago y, además, me dan la sensación de que me quedo sin aire. Decidí cerrar la puerta del dormitorio, y quedarme en la cama. Si bajaba hasta la cocina, las jodidas náuseas de seguro volverían.

De tanto pensar en las náuseas, estaba olvidando un pequeño detalle. Anoche no había cenado nada que no fuera saludable, y hoy no tenía nada en mi estómago. ¡Cielos! ¿Podrá ser? Debo llamar a Maddie para que me acompañe a una farmacia.

El acosador y la ninfómana - "Huir o morir"(Segunda temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora