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VOL. ONE; CH. FIVE ༄ ——— café y carreras.
Elodie empezaba a preguntarse si la gente la dejaba sola a propósito. Por supuesto, no se quejaba. De hecho, lo prefería así. Prefería pasar el tiempo sola a que un pavo real le dijera lo que tenía que hacer.
Aunque el sol aún no había salido, todo el piso de Elodie estaba iluminado por la luz que llegaba de los edificios vecinos. Todo el capitolio tenía un resplandor que podría haber sido bonito para cualquier otra persona. Sin embargo, Elodie preferiría la arena y el sol a la ostentación y el glamour que ofrecía este lugar en cualquier momento.
Las manos de Elodie se movieron alrededor de la taza que tenía en sus manos. Los Avox aún no habían servido el desayuno porque apenas eran las seis de la mañana y nadie iba a estar despierto hasta dentro de media hora por lo menos. Sin embargo, les debió sentar mal, ya que sacaron un café y una taza hace una media hora.
Elodie no suele tomar café, nunca lo ha necesitado. Aunque tampoco le dieron la opción de tomarlo. En la arena no podrá darse ese lujo, había dicho su padre, así que ¿por qué iba a tener la opción ahora? A veces, Elodie se preguntaba si su padre pensaba alguna vez en algo más que en los juegos.
Lo dudaba.
Al fin y al cabo, se había criado para vivir y respirar los juegos, al igual que Elodie, sólo para que le dijeran que no podía competir en los juegos. No estaba lo suficientemente clasificado. Ahora, al parecer, se había dado a sí mismo el trabajo de dictador del entrenamiento de mis hijos.
La mano de Elodie se levantó para agarrar su cabello, todavía mucho más largo. No se había dado cuenta de que las extensiones que Aquanetta le había regalado el día anterior eran permanentes. Los mechones artificiales estaban pegados a su cuero cabelludo y Elodie no estaba nada contenta. Los mechones estaban ahora perfectamente rectos bajando por su espalda, los rizos se deshicieron tras la ducha que la chica tomó la noche anterior.
Pasó una hora más de pensamientos silenciosos, jugando con su pelo, y unas dos tazas y media de café antes de que alguien se uniera a ella en el comedor. Era Kalen.
— Hola, El. — Saluda en voz baja. Elodie sólo le da una inclinación de cabeza en respuesta. Kalen se sienta en la silla frente a ella. Tenía los hombros encorvados hacia delante y se frotaba las manos. Mantenía su mirada en la mesa, pero levantaba la vista hacia ella de vez en cuando.
— ¿Qué pasa, Kay? —. preguntó finalmente Elodie, sacudiendo un mechón de pelo por encima del hombro. Kalen sólo deja escapar un resoplido de aire al principio. Pasan un par de segundos más antes de que responda con otra pregunta.
