SEISNUEVE

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No me mal entiendas, no se trata de miedo,
tampoco es cuestión de ego,
simplemente no quiero,
no dispongo de ese tiempo,
el amor es un juego en el que siempre pierdo.

Nos buscamos de madrugadas
a veces con copas pasadas,
con guerras entre sábanas
bien organizadas
como si no hubiese pasado nada.

Bajo esas delgadas telas, nuestra guarida,
donde soy tuyo, y tú nunca eres mía.
Dejando hasta mis pulmones,
haz de cada uno de mis dedos tus peones.

Como escultor, palpar cada detalle
sin perderte el rastro,
como leerte en braille,
la cama, nuestro big bang, el origen de nuestros astros.

Quitarte la ropa; qué sencillo,
pero qué te digo,
tú desnudaste mi alma,
desde entonces mi colchón no tiene calma.

El nudo de tu espalda
y el broche de tu cintura,
no sabía lo que me esperaba,
que cuando cayeran, perdería la cordura.

Usabas mis manos de soga,
que apretaba con fuerza
y tú entre quejidos te desahogas
hasta que tu abdomen se tuerza.

Daba igual la hora, daba igual el día, daba igual el lugar,
lo importante era hacerlo,
no valía dudar,
porque en ese momento no existía nada, ni el respeto.

Con el físico acalambrado,
el cuerpo sudado,
aún con calor, pero siempre abrazados,
hablando de todo y nada, pero siempre a tu lado.

Después de cada escena
me preguntabas por nosotros,
y qué pena,
no éramos nada, solo un desestrés por lo pronto.

Con el miedo y emoción de primerizos,
con la experiencia de veteranos,
perdimos la cuenta de cuántas veces lo hicimos,
con la diferencia de que ya no nos amamos.

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