TEO

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He estado preguntando mucho por ti, tratando de comprenderte. Y, te llamo por un apodo, porque no quiero ser muy obvio.

Y, ¿por qué pregunto por ti? Porque no te entiendo. Quiero entender por qué se encomiendan tanto a ti, el porqué de tanta fe, tantos cuestionamientos que tengo al respecto.

Eras todo para mí en su momento, y entre más me acercaba a ti, tú más huías. Muchos me ven raro por no creer en ti también. Pero lo primero que piensan es que trato de demostrar que no existes. No me interesa eso, no me importa si estás o no.

Te veo como un amigo del cual me tuve que distanciar porque sentía que me hacías mal.

Pero, no puedo evitar preguntar por ti. Las respuestas que me dan son todas tan parecidas. Que eres amor, pureza, fuerza, ira, compañía, resistencia, valor; todo aquello que una persona no puede ver en sí misma, pero sí en algo más. Otros me dicen que no puedo verte más allá del libro que te detalla desde hace milenios. Eres un acertijo del cual quiero saber una respuesta, resolverte, comprenderte. Y si lo consigo, no creo que mi postura cambie, porque mi intención no es llevarle la contraria a nadie. Sé que es cuestión de fe, algo que noto que no te tengo, porque, a como yo lo veo, significa depositar toda confianza y esperanza en algo o alguien que no conoces. Es contradictorio, porque he tenido esa misma fe en otras cosas, pero por alguna razón no te la puedo tener a ti.

Entiendo que todo tiene su precio, que todo tiene su juicio, pero ¿por qué tú? Ya tengo suficiente con tener el poder de arruinar mi vida o de volverla un éxito, como para sentir más presión de tu castigo.

Hay tantos que te siguen con tantas malas intenciones, jurando ser buenos y todo por ti y para ti. Lo siento, pero yo no soy de ese rebaño. Ellos buscan tu perdón con un simple rezo. Yo aprendo de mis pecados, de mis tentaciones, de mis errores, para ser mejor por mí y para mí. No para recibir tu aprobación.

Solo te recuerdo que esperaba tu consuelo cuando más te necesité, que te pedí fuerzas cuando no podía más. Que te pedí tu mano para no caerme, y solo te diste la vuelta, pero no te culpo. Hubo quien sí estuvo para sostenerme, porque no llevaban tu nombre cuando me sacaron de la mierda. Mi gente amada fue quien estuvo ahí, y aunque juran que fue obra tuya, sé que no es así. Hace tiempo no me miras a los ojos, y hace tiempo que ya no quiero tu atención.

Descubrí el amor sin necesidad de ir a buscarte. Lo encontré. Pude hacer tanto y llegar tan lejos sin perderme en el camino, eso y mucho más lo agradeceré, pero no a ti... tristemente no a ti.

Tengo y tendré problemas para encajar por no querer confiar en ti, y lo pueden entender como una falta de respeto, pero bueno, jamás podrán entender una mente salvaje cuando han estado atados al mismo poste toda su vida, contemplando el mismo paisaje. Si no llego a encajar por no llevarte conmigo, lo haré por mis buenas intenciones, por mis deseos de querer aportarle algo bueno a cada una de las vidas que me cruzo.

Y lo siento, pero no pretendo respetar a quien porte tu nombre y sea tan insensible, capaz de obrar con conciencia para hacer el mal a alguien. No pienso mostrar empatía a quien por felicidad ha negado enseñanza, ha negado un trozo de pan, ha negado un poco de vino, ha negado ayuda. No pretendo respetar a quien ha negado consuelo a pesar de que confían en ti.

No me mal entiendas, no te estoy atacando. Pero reitero, no pretendo respetar a quien porte tu emblema y no entienda que se está aquí para dar fortaleza, para dar amor.

Hace tiempo que quería escribirte esta carta. Aunque en realidad no sé si estés, no sé si la leas, pero aquí estoy una vez más.

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