Capítulo 34

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Sólo un flash, después del largo proceso de seducción y caricias y todo terminaría. Hyun Joong estaba embriagado de amor y sensaciones extrañamente nuevas. Si bien, muchas veces se había visto en similares circunstancias, con infinidad de chicas, incluso más bellas que Rebeca, lo que sentía ahora era totalmente distinto. Entre quejidos y besos, en el abismo mismo del placer, no sólo su cuerpo se retorcía de regocijo, sino también su alma. Él cerró los ojos y una semisonrisa se apoderó de su rostro. Una inspiración profunda hizo hinchar sus pulmones a su máxima capacidad y esparcir un cosquilleo placentero por sus entrañas, cuando de pronto todo se nubló para él. Sólo un estallido en sus oídos lo hizo volver a la realidad.

Abrió rápidamente los ojos ante el desconcertante ruido. Frente a él, una escena totalmente distinta a la que se encontraba hace unos segundos. Era como estar viendo una película en una sala de cine. Sólo su vista era la puerta de entrada a aquella realidad alterna.

Una mujer se revolvía en un sofá, impactada aún por el ruido que la había despertado. Seguidamente, un perro lanudo de color marrón se levantaba del piso, al lado de la mujer y comenzaba a ladrar nerviosamente. Ella se sentó, aún adormilada, mirando para todos lados y restregándose los ojos.

“Shh!! No te asustes Wood, eso fue sólo un trueno!”, le dijo ella al perro al tiempo en que lo acariciaba para calmarlo y una adorable sonrisa se pintaba en su rostro.

 Miró hacia la ventana y otro sonido vino desde afuera. La mujer volvió a acariciar al perro para evitar que se asustara nuevamente. A través de una de las pequeñas ventanas, se podía ver un cielo gris. La lluvia comenzaba a caer violentamente. Extrañamente, el chico parecía comprender y sentir a través de aquella mujer.  Ella era alta,  de piel blanca y cabello largo y oscuro. Vestía un traje de color azul cielo y algo así como un delantal blanco encima. Ella se puso de pie rápidamente mientras caminaba en dirección a una chimenea encendida tenuemente. El fuego se estaba apagando. Con un fierro comenzó a atisbar las cenizas para devolverle el calor a su hogar.  Hyun Joong pudo sentir el calor de aquella chimenea como quien fuera él quien removía el fuego. Todo parecía ser parte de un sueño en el que él era espectador pero a la vez, podía contactarse con el exterior a través de lo que sentía la mujer. El escenario en el cual ocurría todo era bastante acogedor. Al chico le pareció conocido, así como también la mujer. Le resultaba familiar y hasta le gustaba. Una choza pequeña pero muy grata, una  chimenea encendida al fondo, llenaba de calor el hogar. Sobre esta, había colgada un hacha de regular tamaño. La mujer, ahora con una fogata más grande frente a ella,  se frotó las manos y las extendió en dirección al fuego para entibiarlas.

Aún había luz afuera pero la lluvia era espesa. De pronto, pasos cerca de la puerta, hicieron dar un vuelco el corazón de la mujer, así como también el de Hyun Joong, quien atento observaba la escena. La mujer corrió al lado de la puerta, mientras una sonrisa iluminaba su rostro. Un hombre grande, fuerte, en sus cuarentas, entró por la puerta. Una barba con algunas canas adornaba su barbilla. Su cabello era cubierto con una boina de color oscuro. Su apariencia era bastante tosca, sin embargo, algo en las facciones de su rostro, le daban un aire de dulzura, ingenuidad pero a la vez, mucha virilidad. El hombre sonrió al ver a su mujer correr a su encuentro y en ese instante, el corazón de Hyun Joong dio un salto inexplicable también. El chico se perdió en los ojos de aquel desconocido. Un cosquilleo en la panza, ganas de no dejar de observarlo jamás, de necesitarlo, aún sin conocerlo, lo desconcertaron.

La mujer se abalanzó sobre él y le retiró una gruesa chaqueta. El perro se acercó, moviendo la cola animosamente a saludar a su amo, este lo acarició en la cabeza ruda pero afablemente.

“Cuidado, Nuria! No te vayas a mojar! Estoy empapado!”, advirtió el hombre sobre la ropa que llevaba puesta.

El tono de voz del hombre fue como una música para los oídos del chico, así como para la mujer, quien sonreía afanosa.

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