Capítulo 18

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Hyun Joong se puso de pie decidido, aún con la guitarra en la mano. Se había quedado cerca de una hora entonando algunas melodías en la escalera del estacionamiento y pensando en lo que Rebeca le estaba haciendo sentir. Caminó en dirección al refugio con paso firme y se metió dentro.

“Que bueno que entraste! Íbamos a comenzar a almorzar!”, le dijo al muchacho Evelyn al verlo unirse al grupo.

Hyun Joong le hizo una venia agradecido. Dejó la guitarra apoyada contra una pared y se acercó al grupo para comer. Tenía la intención de buscar a Rebeca y hablar en privado con ella, pero primero debía comer con el grupo.

Después de pasar todos un rato, charlando cosas sin mayor importancia y luego de terminar de comer, se pusieron de pie y cada uno se retiró a distintos quehaceres. Hyun Joong se acercó sigilosamente a Rebeca y le susurró algo al oído.

“Vamos a dormir una siesta a la playa?”, preguntó Hyun Joong al tiempo en que tomaba discretamente a la chica por la cintura, en un gesto extremadamente amoroso.

Rebeca le sonrió dulcemente, sin poder ocultar la felicidad que le provocaba esas pequeñas demostraciones de cariño por parte del muchacho, dándole un sí no verbalmente. Sabía que ya no podía seguir evadiéndolo y era evidente que ambos tenían que hablar acerco de sus sentimientos. Después de unos minutos, ambos chicos partían tranquilamente camino a la orilla del mar.

Silenciosamente caminaron hasta llegar al borde costero. Seguidamente, se sentaron en la arena para luego tirarse bajo la misma palmera a descansar.

“Me encanta tener el mar sólo para mi!”, exclamó de pronto Rebeca, mirando el horizonte, tendida boca abajo y sólo levantando su cabeza para mirar el mar.

“Sólo para ti? Y no lo compartirías conmigo?”, preguntó el chico coquetamente.

“OK, sólo para ti y para mí!.”, reformuló la frase Rebeca, melosamente.

Hyun Joong se sacó la polera y se tendió boca arriba, mirando el cielo. Ambos se quedaron silencio por unos momentos. Tal como dos adolescentes primerizos, no sabían por donde comenzar la conversación.

“Es mi idea o tu piel está más bronceada? Te queda muy bien, resaltan tus bellos ojos.”, acotó de pronto el chico, mientras esbozaba una tentadora sonrisa, al tiempo en que observaba los hombros de su compañera y rozaba sutilmente con su dedo índice la piel de ella, quien llevaba un vestido corto floreado strapless.

Rebeca sonrió por el cumplido del chico. Le encantaba sentirse bella ante los ojos de él.

“Si, lo notaste bien! De verdad crees que me queda bien?”, preguntó ella entusiasmada.

“Si, me gusta!” respondió él, deslizando una de sus manos por el mentón de la chica para acariciarlo.

Rebeca sonrió algo avergonzada, ante la insistente y sensual mirada del chico sobre ella, a tan sólo un par de centímetro. Su corazón se aceleró, sus mejillas se ruborizaron y en su estómago miles de traviesas mariposas comenzaron a revolotear sin rumbo fijo. Para salir del paso, la muchacha se hizo hacia atrás, sin pensar y articuló lo primero que se le vino a la mente.

 “Y tú? Wow… Qué abdominales!”, agregó Rebeca entusiasmada, observando el dorso del chico.

De pronto, la chica abrió los ojos de par en par y volteó la cabeza acongojada. Sonrió aproblemada, tal como un niño pequeño, quien acaba de confesarle a su madre que se ha comido las galletas recién horneadas. Sólo habría deseado abrir un agujero en la arena y enterrarse por completo. Era innegable que los abdominales del muchacho eran dignos de admiración por cualquier chica, pero no para que ella se lo expresara verbalmente tan directamente. No se había dado cuenta como sus pensamientos habían salido fuera de su boca y acababa de decir eso. Quizás eso había ocurrido por las miles de sensaciones que aquel chico le provocaba y nublaba su pensamiento íntegramente.

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