Capítulo 2

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A ver, entiendo que puedo llegar a tener una mala suerte sorprendente que si se lo cuento a alguien pensaría que estoy exagerando, pero también sé que hasta hace unos días nunca había tenido una explosión de mala suerte con una misma persona

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A ver, entiendo que puedo llegar a tener una mala suerte sorprendente que si se lo cuento a alguien pensaría que estoy exagerando, pero también sé que hasta hace unos días nunca había tenido una explosión de mala suerte con una misma persona. ¿Soy yo el de la mala suerte o él por cruzarse conmigo? Por primera vez agradecí ser menor de edad, aunque siendo consientes si él hubiera sido un idiota me hubiera golpeado sin importar la edad que tenga y me hubiera hecho papilla con unos cuantos golpes; soy flacucho a comparación de él que me sobrepasa hasta de altura.

Ahora mismo no sé si darme un baño de azúcar o hacerme un exorcismo para quitarme toda esta nube de destrucción que está creciendo sobre mi cabeza. Sé que no me voy a quitar la nube, pero al menos se hará más pequeña para mi tranquilidad y la salud de los demás.

Exhalo profundamente lanzándome de espalda en mi cama, gruño frotándome el rostro repetidas veces esperando escuchar sus carcajadas después de haberles contado toda la maratón que hice y la casi paliza que tuve. Aparto dos dedos de mi rostro observándolos por el espacio, ambos suspiran mirándose con preocupación y eso me preocupa más. Porque nada es más preocupante que una cara de preocupación dirigida a ti.

—¿En serio corriste tanto y sigues vivo? —murmuró Nil frunciendo el ceño, se levanta de la silla sentándose en la orilla de la cama—. ¿Necesitas que te llevemos al hospital o algo?

—Pensaba decir lo mismo —indica Ellie haciendo puchero.

Resoplo sentándome contra el espaldar de la cama abrazando mis piernas y siendo abrazo por ambos, hasta me daría ganas de llorar solo porque sí. Como para agregarle más drama a la situación, pero solo estoy avergonzado de mí mismo y de las muchas cosas.

—Estoy bien.

—Pagaría para verte correr —esta vez sí se ríen chocando puños, Ellie estira mi mejilla izquierda—; Lo siento, es que escucharte decir que corriste mucho me resulta imposible, ni siquiera corres para recibir buena comida en el instituto.

—Bueno, debo correr si mi vida corre riesgo —encojo los hombros suspirando nuevamente—. Alguien tráigame algo de comer, me duelen mucho las piernas que no puedo moverme.

Ambos ríen hablando al mismo tiempo.

—Lo sabemos.

Nil es quien sale de mi habitación y puedo asegurar que fue por la comida, es su instinto de mamá gallina o amigo sobreprotector. Mientras corría no me sentía cansado y era por la adrenalina corriendo en mi cuerpo, pero ahora mismo siento que se me caerán las piernas. Jadeo estirándolas porque se me adormecieron y al cabo de minutos aparece Nil con un plato con una torre de panqueques llenos de dulce.

—Nil, si no fueras mi amigo y si no fuéramos jóvenes te pedía matrimonio —ríe acomodando una almohada en mis piernas poniendo el plato encima. Sonrío tomando un panqueque con mi mano y automáticamente me da un manotazo entregándome un tenedor—. Te quiero tanto, Nil.

La teoría imperfecta del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora