Capítulo 17

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AZRAEL BAUER

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AZRAEL BAUER


Necesito entender que tan mal lo tratan, como para sienta la urgencia de agradecerme por un trato que se merece. No pienso que se merezca menos, e inclusivamente merece cosas todavía mejores de las que teóricamente puedo darle: sé perfectamente que la gran parte del tiempo puedo llegar a comportarme como un completo idiota para nada empático y quizás no está lejos de la realidad; sin embargo, es una perspectiva que desaparece cuando se trata de Jaiden. Con él solo quiero sacar la mejor versión de mi mismos para que se sienta a gusto conmigo, no tenga miedo tenerme cerca y comprenda que estaré dispuesto a él en cualquier circunstancia.

Lo sé, debo estar escuchándome como el típico capullo que dice: «Quiero ser mejor persona solo por ti». Y no, no quiero ser mejor persona por él, quiero ser mejor para él. Son dos cosas completamente distintas.

Resoplo recargándome de brazos cruzados en el mesón observando todas las cosas de la mesa para preparar algo. Vale, puede que se me haya olvidado hacer las compras de la semana y ahora mismo no tengo lo necesario para hacer una buena comida; pero, claramente tengo una solución.

—Dijiste que era una molestia entrometida, Azrael.

Gruño rodando los ojos.

—Bien, ¿quieres que me disculpe?

—Si esperas que te lo pida no tiene mucha gracia —suelta una ligera risa que solo logra frustrarme un poco más—. Piensa en algo más creativo.

—¿Cómo pasarte mi moto encima cuando te vea cruzando la calle?

—Mmhh... Voy a colgar en tres...

—¡Bien! —bufo apretándome la sien—. Quiero cocinar para Bambi y no tengo lo necesario, tampoco puedo salir dejándolo solo en mi habita... Ignora lo último.

—¿Por qué campanita está en tu habitación?

Frunzo el ceño.

—¿Qué es eso de campanita? ¿Por qué le pusiste un apodo? —suelta una carcajada—. Kamila.

—El apodo es porque su voz es ruidosa y suave como una campanita —ruedo los ojos—. Además, tengo derecho de ponerle un apodo. No lo sé, somos algo así como amigos. O es que, ¿no puedo ser amiga de tu novio?

—No es mi novio —murmuro—, al menos no aún.

Empieza a reírse y yo a considerar cortar la llamada.

—Tienes suerte de que estoy en el supermercado justo ahora —suspiro paseándome por la cocina—. ¿Qué es lo que necesitas?

—Te envío la lista por WhatsApp.

—Y una transferencia —resoplo—. Oye, yo solo vine con lo justo por unas cervezas.

—Bien.

—A la transferencia incluye la comisión por delivery.

La teoría imperfecta del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora