Capítulo 3

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AZRAEL BAUER

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AZRAEL BAUER


A veces trato de entender la necesidad de asistir a fiestas en plena semana sin tomar en cuenta las actividades que aún tienen pendientes, realmente no los entiendo, así mismo no entiendo por qué yo estoy en una fiesta en media semana siendo universitario.

Vale, los últimos meses he estado trabajando muchísimo en lo que sería mi proyecto final del cual prácticamente depende poder graduarme. Me he dedicado tanto al punto de la obsesión deseando que salga perfecto, investigando demasiado pasando horas en la biblioteca y solo estoy a días de presentar y defender ese proyecto jodidamente importante. Pero tampoco es una mentira que llevo sobre mis hombres un estrés de meses, entonces creo que me merezco relajarme, aunque sea unas horas de tanto trabajo ya que durante el tiempo que estuve trabajando en las investigaciones evité rotundamente cualquier clase de distracción que me hiciera perder el tiempo.

Asistir a una fiesta cualquier parecía entretenido; sin embargo, resultó ser una pésima opción ya que realmente estaba siendo una molestia cuando se trata de la fiesta de cumpleaños de un capullo que no tolero del campus. El típico capullo que llega en auto deportivo, aprueba las materias solo porque tiene dinero y tiene una boca enorme para su narcicismo.

La bebida es gratis, puedo soportar al capullo que con suerte solo le dedique el saludo y nada más. Desde el momento en que llegué no pasaron ni cinco minutos cuando empezó a alardear sobre la moto nueva que se había comprado hace unas horas y de solo escucharlo me apetecía estamparle su moto contra el suelo para que cierre el hocico de una jodida vez.

¿Por qué esa obsesión con alardear lo que tienes?

También tengo dinero, pero no me la paso lanzándolo por los aires o diciendo a los cuatro vientos cuando tengo en la tarjeta. También tengo una moto, pero no hice una fiesta solo para pasarme alardeando toda la noche. Apruebo todas las asignaturas con excelencia estudiando hasta el amanecer y no alardeo de eso y él pretende alardear de la poca vergüenza que tiene.

En fin.

Antes de volver a entrar a la casa me quedo apoyado en mi moto encendiendo un cigarrillo para relajarme un momento; normalmente no fumo con frecuencia, solo en momento de real estrés y es más para evitarme a mí mismo golpearlo para cerrarle el hocico. Anteriormente llegaba a fumarme seis cigarros al día todos los días sin falta, poco a poco lo he dejado y ahora muy raramente fumo uno o ni siquiera lo termino.

Le doy una larga calada dejado salir el humo por mi nariz, suspiro echándole un vistazo a todo el patio delantero medianamente vacío a excepción de unos recién llegado. Cierro los ojos dándole otra calada al cigarrillo, pero se escucha un fuerte estruendo a unos metros. Esbozo una sonrisa de ver la moto del capullo narcisista tirada en el suelo con los espejos hechos añicos, levanto la mirada encontrando a tres chavales rodeándolas, pero uno de ellos era el verdadero culpable. Sin embargo, la chica es quien lo toma de la mano y los tres salen corriendo hacia el interior de la fiesta como si nada.

La teoría imperfecta del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora