No lo puedo creer

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Benjamín:

Frustración.

Decepcion.

Rabia.

Desespero.

Esas fueron una de las tantas emociones que senti cuando Anabella me volvió el corazón trizas, la odie juro que si, más cuando escuchaba a mi pequeña hija llorar si motivos y yo no sabía que hacer, cuando tenía que salir a estudiar o trabajar y ella no estaba para apoyarme, cuándo por las noches la necesite y ella no estaba, pero sobre todo la odie cuando mi desespero era tanto que iba a diario a el psiquiátrico y ella prohibía mis visitas, así como un día la ame con todo mi ser, así mismo me enfoque en odiarla, olvidarla, no, eso era imposible, con solo ver los ojos de mi princesa veía reflejada a su madre, así viví estos dos años siendo un amargado de mierda que solo le salía ser cariñoso con su pequeña hija, intentaba ser amable con todo el mundo pero la seriedad nunca me abandonó y estaba bien, era mejor.

— Dr tiene una llamada de su esposa. Frunso el ceño.
— ¿Esposa? ¿Que esposa?. Ella me mira nerviosa.
— Oh, bueno, la señorita que siempre viene con su hija ¿no es su esposa?. Yo bufo irritado.
— Marlene, deje de meterse donde no la llaman y no, no es mi esposa, ella solo es la niñera de mi hija. Ella carraspea incomoda.
— Lo siento, Dr Lombardi solo pensé, como ella lo mira enamorada, oh lo siento.
— Paseme la llamada y salga por favor. Corto sus divagaciones de una. Esta mujer es buena secretaria pero es muy chismosa, está pendiente de todo. Oigo mi teléfono y lo tomo de inmediato.
— Mariana,¿esta bien Evangeline?. Escucho como la chica se aclara la garganta y yo ruedo los ojos aún que ella no me vea, se que le gusto pero lo menos que quiero es complicaciones en mi vida.
— Siento llamar, se que esta ocupado pero me ha llegado una cita para una terapia de madre e hija y es para Evangeline. Mi ceño se frunce, sin comprender nada de lo que dice.
— A ver explícame mejor, no entendí nada. Tengo una teoría pero no quiero precipitarme
— En pocas palabras, El psicólogo de la madre de Evangeline quiere una sesión con ella y su madre juntas. Mi corazón se acelera y todo mi cuerpo se calienta, lo que no se es si es por la rabia o por las ganas de verla.
—¿ Para cuando es la cita?. Pregunto con cierto desespero.
— Es para el dia de mañana a las dos de la tarde. Asiento, aunque obvio ella no me ve.
— Bien. Es lo único que digo.
— ¿Quiere que confirme?. Su pregunta suena como asustada, aunque no le presto atención.
— No, yo mismo me pongo en contacto gracias. De una corto la llamada, para poder respirar tranquilo, retiro lo dicho. Nunca podría odiar a Ana, ella me tiene, siempre que quiera me tiene, intento calmarme y estar lo más Pacífico posible, pero la ansiedad no me deja, Mariana me manda los datos de la psicóloga de Ana y yo decido llamarla.

— Buenas tarde, habla con la secretaria se la Dra Martínez ¿En qué lo puedo ayudar?. Escucho la voz de una joven y mi ansiedad lucha por salir, pero debo controlarme, se supone que yo soy psicólogo, no puedo estar enfermo de la mente.
— Buenas tardes, le habla Dr Benjamin Lombardi, también padre de Evangeline Lombardi, quiero información de una citación  para con mi hija. Espero su respuesta pacientemente o eso creo.
— Dejeme revisar, no tardo. Pasan unos segundos y escucho que vuelve a hablar.— Si, señor debe confirmar la asistencia de la bebé.
— Con respecto a eso, no creo que sea sano que una niña pequeña valla a un prisión.
— Oh, no señor Lombardi, la cita es para mañana por la tarde en el consultorio. Mi ceño se frunce si comprender nada.
— ¿Y dejarán que Anabella salga para llegar a la cita o será por medio de video llamadas?. Inquiero confundido.
—  No señor, la señora Anabella Lizz salió hace quince días de el hospital psiquiátrico central.  Ahí fue cuando sentí que mi mundo daba un vuelvo, como se atrevía, era una desalmada, salió hace dos semanas y no nos había buscado ni a mi hija ni a mi, ok entiendo que ya no quiera nada conmigo pero con Evangeline no entendía nada.
— Esto es inaudito, quiere que lleve a mi hija donde una mujer que ni siquiera la quiere, no ha tenido la delicadeza de venir y ver a su hija. Se que la señorita no tenía la culpa, pero estaba tan descontrolado.
— A mi parecer, si la quiere, solo ha querido mejorar primero. Eso lo murmuró pero lo escuché bien y pueda que tuviera razón, pero seguía molesto, muy molesto.
— Pues confirmo la asistencia. Cuelgo de golpe y sin poder contenerme, golpeó el escritorio con fuerza, respiro hondo para calmarme un poco, claro que confirmo la asistencia pero no solo de mi hija si no la mía también, nos debe muchas explicaciones, ella no puede desaparecer y luego reaparecer como si nada, no hay manera de perdonarla, quiero odiarla claro que quiero.

Horas más tarde, ya voy de regreso a hogar, a mi único lugar seguro, rodeado de los brazos de mi pequeña, estacionó frente a mi casa y antes de bajar, sujeto con fuerzas el volante y luego recargo mi cabeza en él , con un suspiro bajo del auto, entro a casa y lo primero que me recibe son los brazos de mi preciosa hija rodearme las piernas.
— Papi, papiii llegaste. Me habla con su dulce voz de niña, la cargó en mis brazos de volviéndole el abrazo.
— Si, mi pequeña princesa, aquí estoy. Beso toda su carita y ella ríe.
— Señor lombardi, que bueno que ha llegado, la cena está lista. Mariana sonríe y si, es bonita no lo niego pero la verdad no me produce nada, mi cabeza todo este tiempo ha estado solo en mi hija y obvio que en Ana como siempre.
— No te fueses molestado Mariana. Ella  se sonroja
— No es molestia señor. Camino con mi hija en brazos y Mariana siguiendo mis paso.
— Señor, ya veo porque se separó de la madre de Eva. Soltó una risita — Entiendo porque no habla si quiera de ella. Mi ceño estaba más que fruncido y mi cabreo estaba al límite, aveces muy pocas veces trataba de bromear con Mariana o llevarmela relativamente bien con ella, pero creo que lo confundió con permiso a faltarle al respeto.
— Primero, no me separé de ella, ella necesitaba estar lejos de mi, segundo no hablo de ella porque no tengo porque hacerlo y por último ¿quién demonios te has creído para venir a "bromear" con mis asuntos personales,  no tienes derecho si quiera a nombrar a la madre de Evangeline, simplemente no manches su nombre. Para cuando termine de me di cuenta, que apesar de no haber gritado mi voz sono contundentemente clara y firme, los ojos de Mariana estaban agitados, ella suspiro despacio.
— Disculpe señor, no fue mi intención entrometerme.
— Que no vuelva a pasar. No pensaba pedir disculpa por mi reacción, era simplemente absurdo que ella hablara así de un tema que no tiene ni idea y de una persona que ni siquiera está a para defenderse m y mucho menos iba a aceptar que marcharan el nombre de Ana.

MI BELLA CALAMIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora