Partie 2.

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—¡Abuela, abuela! ¡¿Es Édith Piaf?! —señale enérgico a los artistas callejeros.

—Jaja, no, mi amor. Es solo una artista callejera. ¿Quieres que nos acerquemos?

Travieso y lleno de emoción corrí hasta el frente para admirar tal belleza de canción. No lo podía creer. Quede atónito ante el timbre que alcanzaba la mujer, quien por cierto, era de rasgos finos y encantadores, resaltando su belleza en ese vestido de gala.

—Mi niño —pidió mi abuela que fuera con ella cuando termino su canción—. Toma, ten mucho cuidado.

Una rosa color rosa. ¿Sería qué mi abuela podía leer mi mente? ¡No lo dude más! ¿Por qué hacerlo? ¡La mujer se merecía mi admiración!
Inocente y con las mejillas tan rojas como las fresas me acerqué con ella a entregarle la flor. Ella la acepto con la sonrisa más preciosa que podía conocer, tan sincera y llena de felicidad.

—Merci beaucoup, enfant!

Cantaste muy bonito. ¡Quedé enamorado de tu voz, te lo juro! ¿Podrías cantar algo más?

—Por ti, cantaría todos los días. ¡Muchachos! —alzó las manos cual ave levantaría sus alas para volar.

Superó las expectativas que tuve hacia ella. Me sorprendía cada vez cual más tono alto y agudo tenía que llegar. Pero me complació con tres canciones más. Ojalá hubiera podido quedarme más tiempo para admirar majestuosa voz y el grandioso talento de su equipo.

—¡Yo quiero ser como ella, abuela! ¡Quiero ser un cantante y estar con ella en el escenario!

—Es un camino difícil, mi niño, pero no imposible, ¿y sabes por qué?

—¡Porque no es imposible!

—Justamente. ¿Y sabes qué más? —arrodillo ante mi para verme a los ojos— ¡Aquí tienes a tu primera gran admiradora!

—¡¿En serio?! —asintió muy segura— ¡Cuando llegue al escenario, te voy a tener un asiento reservado en primera fila! ¡Siempre será así!

—Que así sea, mi niño hermoso.

La Vie en Rose.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora