Chapitre 2.

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El restaurante cierra a las once en punto. Pero media hora atrás ya no se recibe a nadie, solo se espera a que terminen los últimos comensales. En ese tiempo, todos atrás ya deben de dejar preparado para mañana. Para que al día siguiente solo se prepare el salón para el nuevo día.
¡Olvide darles otro detalle! Como no salimos puntual a la hora, son a veces diez o exagerado veinte minutos. Pero, por ese tiempo ya los querían cobrar como tiempo extra, cosa que... de cierto modo no era aceptable porque lo hacían a propósito. Se podían pagar, claro, porque estaban trabajando. Pero ya no era obligatorio hacer trabajo extra.

Son las... once y media. Sólo nos quedamos Travis, Jeffrey, Ivette, Jeaninne y yo... no, espera... ¿Qué hace aquí aun Jeaninne? Ya debería estar en casa o a punto de llegar. No me agrada que una chica de su tipo se vaya tan tarde a casa si no tiene un medio de transporte confiable.

Bajó las escaleras con su mochila en mano y quitándose con una toalla de algodón el rímel de sus ojos.

—Oye, Adrien —me tomo de sorpresa Ivette—. ¿Te importa ayudarme con algo? —afirmé ligeramente— ¿Podrías llevar a Jeaninne a su departamento? Olvide pedírtelo más temprano —creo que le intimido mi seriedad, se debe a que estoy cansado y parezco enojado cuando no es cierto—. ¿Puedes?

—Claro, sin problema —conteste después de un pequeño bostezo.

—Solo por esta semana. Te lo compensare después.

—Está bien, dejalo así. Yo me encargo.

—Muy bien. ¡Gracias, compañero!

Jeaninne esperaba en el pasillo con su suéter de manga larga color negro, delgado, más bien parecía playera de manga larga.

—¿Cómo planeas regresar a casa a esta hora? —cuestione enfrente de ella.

—Pues... voy a pedir o esperar un taxi, jaja. ¡O si no, puedo irme corriendo, jaja!

—¿Vas a correr hasta tu casa?

—Pensándolo bien... no sería mala idea, hacer ejercicio nocturno, jaja.

—De ser más temprano te diría que es buena idea. Pero no a esta hora. ¿Te importa si te llevo?

—Ay, ¿en serio? —chillo.

—En serio. Te veo en un minuto afuera.

—¡Okey!

Como futuro "maître", tengo que aprender el protocolo de la hora del cierre. Verificar que todos los compañeros dejen su lugar de trabajo en óptimas condiciones. Cerrar todas las puertas, llaves de gas, luces, etcétera. Por ahora, solo se limita a eso a ver. Cuando sea maître, si me tendré que quedar al cierre.

—¡¿Qué haces?! —cuestioné de sorpresa al verla.

—Ups, disculpa. Es que... tenía hambre y-y se me antojaron —aún sujetaba uno en la mano, ya mordido, con unas migajas en su suéter.

Tomé una bolsa de papel de la cocina y metí todos los muffins a está.

—¿Sabes qué? Tienes razón. Llevátelos, mejor comételos tú a qué los tiren.

—¡Ay! ¿En serio? —sonrió muy grande. Solo asentí con la cabeza— ¡Eres genial Adrien! Gracias, en serio, jaja.

Atrapado en sus brazos me sentí un poco incómodo, no me gusta mucho ese afecto de alguien que acabo de conocer.

—Bien, pues... —trate de separarla amablemente— vámonos, ya es tarde.

Sipi, vámonos —cedió el paso después de abrir la puerta.

La Vie en Rose.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora