Durante una semana Clarise buscó incansablemente un trabajo, más nadie la tomaba en cuenta, a excepción de un anciano bien vestido. Se notaba a distancia su excelente posición social, aquel hombre le dió una buena cantidad de dinero que alcanzó para leche, barras de pan y verduras, se alimentaron durante un par de días en el que la mujer pudo descansar sus doloridos pies, no obstante, sabía muy bien que la comida se acabaría y debería continuar con la búsqueda de un sustento.
- Madre, ¿seguirás buscando trabajo? - preguntó Elise al ver que se preparaba para salir.
- Si cariño, debo hacerlo, prometo volver pronto - besó su mejilla -. Cuida de tus hermanos - miró a Oliver y Jacob -. Pórtense bien - sonrió con melancolía -. Los amo, a todos ustedes.
Sólo quedaban unos cuantos almacenes en los que no había solicitado empleo, tenía un extraño presentimiento en su corazón, no podía descifrar con certeza, si era algo bueno o malo, sin duda lo descubriría en el camino.
Con ese sentimiento en su pecho inició su camino al centro de la ciudad.
Una vez más se enfrentaba al rechazo y, desafortunadamente cuando arribo la tarde, ya solo quedaban dos almacenes, dos últimas oportunidades.
Ingresó mostrando su mejor sonrisa, una que le costaba en el alma, pues a esa altura solo deseaba llorar amargamente. En respuesta, de parte del locatario obtuvo la misma expresión de siempre; rechazo y desden.Se marchó rumbo a la casa, se mordió el labio inferior tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.
{ Sé fuerte... por tus hijos } - pensaba una y otra vez.
Clarise ya se había preparado para la hinchazón de sus pies, llevaba consigo aceite de lavanda, un antiinflamatorio por excelencia, sin embargo nada la prepararía para lo que experimentaría a continuación; un intenso dolor en la parte baja del abdomen la hizo detener su caminata. Una contracción, demasiado dolorosa para sus treinta semanas de embarazo, instintivamente tomó su barriga, y cerró fuertemente sus ojos, inhaló y exhaló con dificultad rogando a Dios que su parto no se adelantara. Al cabo de unos minutos el dolor menguó por lo que apresuró su marcha.
Al llegar a la casa, una nueva contracción se hizo presente, el miedo se apoderó de ella, aún no era momento de dar a luz.- Madre, ¿estás bien? - Elise corrió a su lado con evidente preocupación.
- Hija, llama a la vecina, por favor.... corre.
- Niños, no se preocupen, es solo un pequeño dolor - sonrió a Oliver y Jacob.
A los minutos la niña volvió con una anciana de cabello blanco, y ojos tan negros como la noche.
- ¡Oh Dios, Clarisse, ¿Qué sucede?!- preguntó al verla acostada en el suelo con expresión de dolor, y los puños apretados.
- Una contracción...¡muy fuerte!.
- ¡No puede ser!, es muy pronto aún, ven - indicó rápidamente a Elise -. Tú de un lado, yo del otro, levantemos a tu madre, llevemosla a la cama.
Así lo hicieron, con algo de difícultad, pero lo lograron.
Luego de acostar a Clarisse, la anciana procedió a revisarla exhaustivamente, cogió agua tibia, lavó sus manos, y tanteó su cuello uterino.- Aún no estás dilatando, gracias al Altísimo, pero si sigues saliendo todos los días, y todo el día... apresuraras el parto.
- Lo sé, es solo ... -se quedó en silencio al ver que Elise estaba sentada a los pies de la cama -. Hija, por favor, dejanos un momento a solas.
-Está bien madre, iré a jugar con Oliver y Jacob.
Clarisse se quedó en silencio hasta que vio a la pequeña salir de la habitación, sin embargo ninguna de las dos mujeres se percató que Elise permaneció escondida detrás de la pared, al lado del umbral de la puerta, escuchando atentamente la conversación.
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En tu mirada | °2 Trilogía "Amores Verdaderos" | √ COMPLETA
RomanceEl respetado e intachable vizconde George Chesterfield, ha cedido el título a su hijo Andrés con la condición de abandonar su despreocupada vida de excesos y lujuria, para casarse con alguna dama de intachable reputación y linaje distinguido, lo que...