Capítulo 7

2.5K 211 5
                                    

Los muchachos se encaminaron al carruaje, una vez dentro, Andrés pudo notar cómo Gregory se dejaba caer al asiento con pesar, y resoplaba frustrado.

—Oye ¿Qué pasa?...déjame adivinar, quedaste encandilado con la muchachita de cabello oscuro, ¿No es así? —en sus labios se dibujó una sonrisa picarona, se sentó al lado de él, y le dió un codazo —. Apuesto a que sí, era bastante linda déjame decirte, tenía una boca, mmm, como decirlo, unos labios muy....

Gregory lo fulminó con la mirada —.¿Que no te gustaba Elise? ¿Qué eres, un libertino? —lo tomo enfurecido por las solapas de su abrigo.

—Andrés no se contuvo y lanzó una estruendosa carcajada —. Lo sabía, tranquilo, lo dije solo para saber como reaccionarías y confirmar mi sospecha —lo soltó a regañadientes, y suspiró aliviado —. No vuelvas a hacer bromas así, disculpa, no debí haber actuado de esa manera, no se que me pasó —se pasó la mano por su cabello.

—Yo sé exactamente lo que te paso, sentiste celos —Andrés le dio palmadas en su espalda a modo de consolación y dijo —. Eso pasa cuando la dama se te ancla en el corazón.

Gregory por un segundo se quedó sin respiración, para luego inhalar y exhalar, pero pareciera que hasta eso le era imposible.

—¡¿Qué?! No, estás loco, no sabes lo que dices, no es así —negaba con su cabeza.

Andres lo miró, frunció el ceño, sacó de su abrigo una pequeña petaca de plata, cubierta de un delicado cuero marrón y afirmó—. No acostumbro a beber de día, sin embargo lo haré en tu honor —levantó la petaca con alegoría y exclamó —. Brindo por mi querido amigo, el futuro Duque de Lancaster, quien ha caído en las fauces del amor, que sea enormemente feliz y tenga una docena de hijos —bebió un gran sorbo de whisky, y se dejó caer en el asiento.

Gregory resoplo molesto y se cruzó de brazos dispuesto a no dirigir palabra con su amigo en lo que quedaba de viaje.

Andres consciente de su fastidio, expuso —. Ya amigo, tranquilo, ven, te invito a un lugar en el te olvidarás de tus problemas.

—Está bien, necesito dejar de pensar por un momento.

El joven golpeó el techo para detener la marcha del carruaje, y salió para hacerle saber al chofer el cambio de ruta.

Al cabo de unos minutos llegaron a su destino, ingresaron a un salón donde la luz escaseaba, estaba iluminada en su mayoría por un par de arañas colgantes que alumbraban con luz muy tenue. El suelo estaba cubiero por una ostentosa alfombra roja, en el centro predominaba una gran columna, y a su alrededor había mesas con caballeros distinguidos. Todos riendo, bebiendo o fumando pipas, pero lo que llamó la atención de Gregory fue las damas que se paseaban con vestidos extremadamente ceñidos al cuerpo, dejando poco a la imaginación; enseñando casi por completo sus bustos, y faldas cortas que enseñaban sus contorneadas piernas sentándose en las piernas de los señores, y riendo estrepitosamente, en definitiva, damas de dudosa reputación.

Andrés golpeó el brazo del joven sacándolo abruptamente de sus pensamientos —. Vamos, ven, te presentare un par de señoritas que te harán olvidar las penas —lanzó una carcajada.

Gregory frunció el ceño y se acercó a su oído —. ¿Qué clase de lugar es este? ¿Es lo que creo que es?

—¿Qué crees que es? Si te refieres a un lugar donde podemos satisfacer nuestra naturaleza, si eso es —le guiño el ojo.

—¿Qué te hace pensar que esto es lo que necesito?, ¿Tú eres tonto?...yo me voy, no creí que fueras esa clase de hombre, entiendo que no creas en el amor, y que no te interese casarte, pero de ahí a solicitar los servicios de señoritas, es otra cosa, y yo no soy partidario de eso, no estaré enamorado, pero no me entregaré a una dama si no es por amor.

Andrés se quedó boca abierta, abrió los ojos como plato —. No me digas que eres virgen ¡¿Enserio?!, no lo puedo creer.

Gregory levantó su mentón, acomodó las solapas de su abrigo y dijo —. Si lo soy, y no me avergüenzo de ello, me voy ...adiós.

Se dio la vuelta y se fue, se negaba rotundamente a seguir en ese lugar. Subió al carruaje, se acomodó en el asiento, y golpeó el techo. Los caballos comenzaron a avanzar, cerró sus ojos, y pensó en ella.

El castaño quedó atónito por sus palabras. Parado en medio del pasillo mirando la salida un pensamiento vino a su mente  ~{ Tal vez tiene razón, entregarse por amor debe ser más placentero y deleitoso que hacerlo por satisfacer el mero deseo de la carne }~ se encontraba ensimismado en sus pensamientos cuando sintió unas manos recorrer lentamente su espalda, luego su pecho, una voz cálida susurro en su oído —. Mi Lord, que alegría volver a verlo, lo he echado tanto de menos, ¿Quiere acompañarme? —mordio con deseo su oreja.

~{ Dios, dame fuerzas para resistir }~ se giró y tomó con fuerza las manos de la libidinosa joven —. No, no seguiré frecuentando este lugar, no es lo que necesito, busque a otro.

Caminó hacia la salida con el mentón en alto. Cada paso más firme que el anterior, como describir con palabras lo que sentía...¿Orgullo?, ¿Alivio?, si, exactamente, eso era lo que sentía, se había quitado un gran peso de encima.
Al cumplir la mayoría de edad fue obligado por su padre a asistir a ese burdel, según él, debía hacerse hombre, al principio lo disfruto, claro, como no, damas ofreciéndose a cumplir todos tus mas oscuros deseos a cambio de un par de libras, era un negocio en el que todos ganaban, pero hace un tiempo, se sentía extraño, las caricias que le propinaban le resultaban vacías, y frías. Conocer por completo a las mujeres ya no le provocaba el mismo placer que en un principio. Pero decidió seguir en ese camino, su vida colmada de excesos y lujuria, era lo único que conocía.

Hasta que apareció ella, pues al pensar en el amor, inevitablemente el rostro de Elise vino a su mente, con sus ojos azules y su cabello rojizo tan vibrante. Es tan bella, tan dulce, tan hermosa que incluso hasta las mismas rosas la envidiarian.

Con ese pensamiento se dirigió a su carruaje y se marchó a su hogar.

Al cruzar el umbral de la puerta escuchó unas risas provenientes del salón, supuso que serían las amistades pudientes de su padre, por lo que, indiferente, se quitó su abrigo, y caminó hasta su habitación, una vez allí, se tiró sobre su cama con los brazos extendidos, y suspiró, aún no lograba sacar de su mente el rostro de Elise.

—Universo—susurró.

Cerro sus ojos cerrados para dormir, e inesperadamente la puerta se abrió estrepitosamente, no había necesidad de ver, para saber quién interrumpía su calma.

—Andrés, ¿Acaso no te dije que te necesitaba preparado para hoy? —vociferó con enfado George Chesterfield; su padre.

—¿No sabes golpear la puerta?

—No colmes mi paciencia jovencito, te he aguantado muchas cosas, y ya me estás hartando.

Andrés tomó aire, y se sentó en el borde de su cama —. ¿Qué es lo que necesitas padre?.

—Hicimos un trato, yo te cedí el título, a cambio, de que tú, desposaras a una joven de buena reputación y de excelente linaje, ¿Es mucho pedir que cumplas tu parte?

—Creí que no, pero ahora, es en extremo difícil, y me temo a decir; imposible.

George lanzó una carcajada —. No creas que podrás librarte de esto, te casarás, y si no escoges tú a la dama, la escogeré yo.
Ahora prepárate y baja. El Conde de Hamilton ha venido a cenar, lo sabías y aún así, has faltado a tu palabra. Su hija, ha estado ansiosa aguardando tu llegada, más te vale bajar ahora mismo, de lo contrario, conoceras quien es tu padre realmente.

—Si quieres que me apresure, por favor, retírate de mi habitación —respondió impasible, no debía hablarle a su padre de esa manera, pero ya estaba cansado de su manipulación, y el deseo que este tenía de querer controlar su vida. No estaba dispuesto a casarse con aquellas jovencitas, las conocía a la perfección, todas superficiales, y maleables, mujeres sin pensamientos propios, sin sueños, sin nada, lo único en lo que pensaban, era en bailes, fiestas de té, vestidos y chismes. No, definitivamente no quería una esposa cualquiera, la quería a ella, a Elise, solo ella sería a quién llevaría al altar.

En tu mirada  | °2 Trilogía  "Amores Verdaderos" | √ COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora