FIN

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Dos meses después.

Elise había dejado en claro que había despertado en un carruaje, sin nadie alrededor, y a pesar de que confesó que fue Angus quien la secuestro, afirmó que el carro solo echó a andar con dirección a su hogar.

El cochero, confabulado, comentó que le habían dado una cantidad de dinero para llevar a la señorita a cierta dirección.

Por lo que los oficiales se quedaron de brazos cruzados, sin una sola pista que los llevará hasta el mafioso.

Día de la boda.

Aquella mañana la pelirroja despertó con un peso sobre su estómago, y con un brazo sobre su mejilla, abrió los ojos lentamente, y vió los cabellos de Sophie invadiendo su pecho y cuello, mientras su brazo reposaba sobre la mitad de su rostro.

Inevitablemente sonrió al recordar cómo la noche anterior su pequeña hermana armó un  berrinche para poder dormir a su lado por última vez.

Fue imposible negarse.

—Sophie, es hora de levantarse —susurró suavemente, en su oído.

—Un ratito más por favor.

—Cariñito, hoy me caso.

Sophie abrió los ojos enormemente y se sentó de un golpe, levantó ambos brazos y chilló —¡¡Siiiiii!!... vamos, vamos, levántate —exclamó arrastrando a Elise fuera de la cama.

Clarise las esperaba en la mesa con el desayuno servido, Oliver, Jacob, Charles y Anastasia esperaban para compartir con ella antes de marchar a la ceremonia.

Luego de desayunar, cada uno de los presentes se prepararon ataviandose con sus mejores prendas—excepto Anastasia, quien ya venía lista para la boda.

Lady Mary Essex, la mejor y más famosa diseñadora de todo Londres confeccionó el vestuario de cada miembro de la familia, incluyendo a la del Vizconde.

En la habitación de la novia, Clarise acomodaba la última flor blanca en la pelirroja cabellera de Elise.

El peinado era sencillo pero delicado y bello a la vez.

Las ondas de su pelo caían sobre los hombros y parte de su espalda, mechones sueltos a los lados de su rostro enmarcaban su perfecta forma ovalada. Una corona de flores blancas fue el único accesorio que Elise escogió para adornar su cabello.

El vestido de color blanco como la nieve ceñia su figura hasta la cintura, un escote redondo, con detalles de piedras de cristal en la parte del busto

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El vestido de color blanco como la nieve ceñia su figura hasta la cintura, un escote redondo, con detalles de piedras de cristal en la parte del busto. Desde la cadera se desprendía la falda con una caída amplia y elegante en tela de seda, con cenefas de bordado en oro y plata.

Sin ornamentos ni joyas, no necesitaba más que una deslumbrante sonrisa en su rostro. Pues no había nada más hermoso que la simpleza de aquella mujer.

En tu mirada  | °2 Trilogía  "Amores Verdaderos" | √ COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora