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El día que su hijo nació la madre sultana estaba en el palacio de la sultana Hatice, ella había pedido perdón a su hijo y le juro que no volvería a pasar y que respetaría a su esposa.

Süleyman acepto aquello, en ese mismo tiempo Mahidevran regreso pues la ceremonia de espada de su hijo estaba cerca y después de aquella ceremonia seria enviado a su provincia junto a su madre.

Hürrem cuidaba de su bebe y dirigía el harén, era sorprendente como sacaba el tiempo y la fuerza para hacer todo eso y aun así mantenerse tranquila, gracias a que ella dirigía el harén ninguna otra mujer entro a los aposentos y aunque la madre sultana lo intento no logro nada, pues fue el mismo sultán quien las rechazaba nuevamente.

Lamentablemente no todo fue miel sobre hojuelas, el pequeño Cihangir comenzó a enfermar, cuando el doctor lo reviso les informo la terrible noticia, su hijo estaba enfermo, tenía una malformación en la columna y probablemente tendría una joroba.

Hürrem estaba devastada, no por la joroba si no porque el doctor dijo que un niño con ese tipo de malformaciones sufriría mucho de dolor y podría morir joven, Hürrem tenía miedo de perderlo.

Mustafá ya era un príncipe mayor, con diecisiete años ya estaba casi listo para ir a su provincia y Mahidevran seguía igual de insoportable que antes, la madre sultana tubo que mudarse a otros aposentos ligeramente más chicos que los que tenía antes y más oscuros.

Con el harén en su poder Hürrem podría relajarse un poco pues la madre sultana no podría hacer gran cosa en su contra y mucho menos Mahidevran.

La madre sultana pidió que se llevara a una adivina, aquella mujer entro y miro fijamente a Hürrem como si la conociese, le sonrió y luego miro a las demás mujeres.

Comenzó a mover las arenas que la ayudarían a ver el futuro de su noble dinastía —Un secreto se levantara con una sentencia, si hacen las cosas mal podrían destruir todo lo que han ganado, la muerte inunda los pasillos del palacio— comento con seriedad.

Siguió moviendo las arenas mientras que la madre sultana miraba a Hürrem, la muerte que rondaba era la de ella y personalmente se encargaría de que pasara —Nuestra amada princesa se levantara y con ella la felicidad de este palacio se marchara, la oscuridad inundara el lugar hasta que un día ella volverá y jamás se ira nuevamente, aquél pequeño pez se convertirá en un fuerte dragón que eliminara a cualquiera que se ponga en su camino— comento algo exaltada y miro un segundo a Hürrem, sin que las demás lo notaran.

—Veo un príncipe valiente que tomara el lugar de su padre y regirá su imperio con mano justa— después de eso las mujeres preguntaban quién era pero ella no dijo nada hasta un momento después —Solo Allah sabe quién tomara ese trono sultanas, lo que yo veo puede cambiar en cualquier momento— comento con seriedad.

Anastasia La Rossa (Hürrem Sultán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora