Capítulo 1

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"Te prometo darte los mejores días de tu vida. —susurró, cerca de mi oído.

—¿Estarás ahí?

Sonrió.

—Solo si tu prometes estar ahí."



El mapa era claro. Un río bajando por la montaña a la distancia y luego uniéndose al valle tras cursos de agua que se doblaban como una serpiente hasta desaparecer en la distancia. El dibujo que la librería ofrecía era un poco más detallado, pero yo solo necesitaba a dónde llegar, no qué había en el camino. O eso pensé.

—Pienso que es una gran idea. ¡Sí! —dije para nadie en específico, asintiendo un par de veces hasta recordar que mi tiempo de aventuras con Rahmij, PJ o Tianna habían acabado.

Suspiré.

Doble el trozo de papel, escondiéndome dentro del mi bolso de mimbre, donde tenía el resto de mi mugre y un par de cuchillos hechos por la mismísima Minti. Mis piernas se abrieron paso entre las altas lavandas meciéndose con el viento, algunas de las flores silvestres doblándose para tener su propio toque de mis piernas, abriendo un poco la piel que el vestido dejaba expuesto.

El viento estaba caliente, la primavera dando paso al verano brutal. Mi cabello atado en un desordenado moño de cabellos ondulados se escondían detrás de un gran sombrero beige lleno de flores. En el pueblo era sencillo reconocerme como la nieta de Penny, aquí, me conocían como la mixteada.

Las hadas siempre eran ingeniosas con los nombres, en su idioma, ella llamada Fragnie, y para ellos significaba flor envenenada. Nunca sabía si tomarlo como un cumplido o un insulto, pero era mejor que ¡hey, mixteada!

Una pareja de zorrillos pasó a mi lado y mi reacción fue instantánea, quedarme rígida como un tronco para no asustarlos. Para mi mala suerte, mis piernas parecían ser lo más interesante que este prado había tenido en milenios, porque ambos comenzaron a dar vueltas a mi alrededor, olisqueando en mis piernas.

—Chicos, no quiero llegar olorosa al trabajo. —volví a hablar sola, como si los dos animales fuesen a entender una palabra.

—Ya de por si apestas, niña. —Mi cuerpo se volvió más rígido que antes, mi cabeza intentando calmarme diciendo que era el calor quien me estaba haciendo ilusionar.

Pero no, uno de los zorrillos di un paso atrás, mirándome directamente a los ojos, ofendido.

—Está huele diferente, Miz. —El otro zorrillos de puso a la par de su compañero, su voz llena de confusión.

Sacudí mi cabeza. Ahora resultaba que no estaba en el mundo de las hadas, ahora estaba en Narnia.

Mi boca se secó.

¿Ahora estaba muerta?

—Es porque no es un hada. —respondió el que se suponía era Miz, un poco más relleno que su compañero. —Mírale la piel y esas orejas. —lo último lo susurró, como si mis oídos no se hubiesen agudizado lo suficiente para escucharlos desde un inicio.

—¿Ustedes... pueden hablar? —Merecía una cachetada, lo admitía, pero mi cabeza no podía terminar de procesar lo que mis ojos veían y lo que mis oídos captaban.

—¿Será tonta? —cuestionó el delgado, mirando preocupado a su compañero.

—¡Oye, criatura! —llamó Miz, ignorando a su compañero. —¿Cuántas flores hay en el campo?

Mi rostro se descompuso. A mi alrededor habían millones de flores, todas diferentes en tamaño y colores, y las que buscaba, al final del río, eran un poco más de cientos.

Danza FloralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora