Capítulo 14

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            Mi cabeza volvió a doler. La única forma que la madre naturaleza hubiese mandado a alguien sería por el mismo Rahmij, quien estaba con los protectores. Los demonios no tenían explicación, ni los ángeles. Cuando vi uno volar sobre nuestras cabezas, mi mundo pareció derrumbarse con todos los edificios a mi alrededor.

Quizás era el polvo finalmente afectando mis pulmones. Este ataque tuvo que ser lo suficientemente importante para que los demonios y los ángeles decidieran venir.

Un segundo mas tarde mi cabeza comprendió lo que significaba la presencia de los demonios.

Sev.

—¿Qué fue lo que dejaron? —Repitió Perséfone, su tono un poco más frío, exigente.

Si Sev envió a los demonios aquí a investigar lo que dejaron después del ataque, solo dignificaba que él tenía las mismas dudas que Perséfone.

Zavix le dio la misma mirada que segundos atrás, midiendo el tipo de amenaza que tenía frente a él.

En silencio, Zavix comenzó a caminar, esperando a que lo siguiéramos.

Le di una mirada suave a Perséfone, esperando que fuese suficiente para calmar sus preocupaciones, pero a este punto, los nervios de todos estaban en punta. Zavix nos hizo saltar entre escombros, hasta un claro donde las hadas se estaban reuniendo en pequeñas carpas creadas con lo que sea que tuviesen al alcance.

Guardias patrullaban a todo extraño que pasaba a su lado, haciéndonos detener para revisar lo que llevábamos con nosotras. Podía ver a otras hadas con el mismo uniforme de Saln intentando limpiar los escombros con su magia, construir los edificios ladrillo por ladrillo. A este ritmo, terminarían en meses, quizás años.

—Nos atacaron durante la noche, mientras todos celebraran el cumpleaños de la reina. —Zavix comenzó a hablar al frente de nosotras, quizás únicamente explicándole a Saln, pero lo suficientemente fuerte para que todas lo escucháramos. —Comenzó por el norte, —Zavix señaló a nuestras espaldas. —por las casas de los ancianos.

Mi cabeza se disparó al instante a mi izquierda, donde Perséfone se mantenía silenciosa. ¿Ancianos? Nunca escuché hadas llamándose entre sí ancianas.

—Son los más sabios, nacidos de las primeras gotas de la Diosa. —susurró Diona a mi lado.

—Solo uno de ellos ha sobrevivido.

—Lo lamento mucho, Zavix.

El nombrado solo le dio una larga mirada a Saln antes de seguir caminando.

—No sé quien seas, humana, pero ojalá conozcas la razón de por qué nos atacaron. —Escalofríos subieron por mi espalda de nuevo. Sonaba a una amenaza directa, esperaba no ser la única en escucharlo.

—¿Se han llevado algo importante? —cuestionó la rubia.

—¿Además de la vida de nuestros ancianos? —Zavix no se atrevió a moverse de su puesto en el frente de la fila, pero no hacía falta cuando su veneno podía recorrer kilómetros.

Perséfone apretó su mandíbula. Mi cuello comenzó a sudar cuando sentí las olas de calor fluir por el cuerpo de mi acompañante hasta chocar contra la magia congelada del hombre. La suave lluvia que llamó minutos atrás se volvió una tormenta eléctrica en segundos, pero Zavix no parecía darse cuenta quien era el que estaba controlando el clima.

Aclaré mi garganta, intentando aflojar la tensión.

—Lo sentimos muchísimo por lo que ha ocurrido. —Diona fue quien salió al rescate, sus palabras suaves calmando a ambas hadas al instante. —Mi amiga aquí se refería a si algún objeto mágico ha desaparecido.

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