Capítulo 39

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1966

El cuchillo fue arrancado con fuerza, sangre comenzando a salir en chorros manchando sus zapatos nuevos y deslizándose calle abajo. El rostro de Ife estaba salpicado con pequeñas gotas de grande, sus manos llenas de cortadoras mientras su cuerpo temblaba por la adrenalina acumulada.

Ciertamente llevaba años sin combatir cuerpo a cuerpo con alguien, pero las lecciones de su padre habían sido grabadas en piedra en ella, sus músculos se movían solos sin necesidad, sus ojos estaban entrenados para buscar los puntos débiles de alguien desde el principio.

Los perros del vecino comenzaron a ladrar, sus sensibles oídos llevándose todo golpe. Escupió al lado del cuerpo. Su humor a aquellas horas era terrible.

Inspiró profundo. Sin sus poderes sería difícil deshacerse del cuerpo, pero no imposible.

Enterró sus uñas en los brazos del demonio, imaginando que era su hermano mayor esta vez. Aquella rata sucia, un día se vengaría de aquel bastardo. La puerta trasera del local, reservada únicamente para sus trabajadores se abrió de un jalón, la piedra que sus empleados usaban para mantenerla abierta mientras sacaban la basura estaba al lado de los contenedores de basura. Dejó la piedra sosteniendo la puerta y lanzó el pesado cuerpo del demonio dentro del local.

Necesitaría unas cuantas lavandas y limpiador de pisos para quitar el olor luego. Hizo una nota mental de comprarlo en su camino de vuelta a casa. No. Eran las tres de la madrugada, ningún local estaba abierto a aquellas horas.

Suspirando dejó caer el cuerpo a sus pies, el intenso olor a químicos y mortecina que salían de él le provocaron una arcada. Sacudió sus hombros sacudiendo la extraña energía acumulada en ellos.

Al otro lado del local, escuchó el cuerpo de una de Sofie removerse en el sofá donde cayó dormida horas atrás. Ambas estarían en un gran problema si la niña despertaba y la conseguía con aquel cadáver.

Inspiró hondo.

Abuela, te lo suplico, por favor, que mi madre no rastree mi magia.

Su abuela nunca respondía a sus oraciones, llevaba tantos años sin hacerlo que Ife se seguía preguntando por qué le seguía hablando, como si algún día sacaría su cabeza de su trasero y se comenzara a preocupar por sus asuntos familiares.

Con un cuchillo en mano, comenzó su tarea de destruir cualquier pieza de evidencia. Cubetas de metal se comenzaron a llenar de órganos y litros de sangre de demonio, ambos eran bastante costosos en el mercado negro, la sangre de demonio se podía usar para miles de remedios caseros y los órganos servían para alimentar a otros demonios pequeños.

Empacó en bolsas todo lo necesario para llevarlo al mercado una vez el fin de semana llegara, lanzó los pedazos del cuerpo a uno de los contenedores y con un chasquido, flamas mágicas lo consumieron en segundos.

Dos horas más tarde la cocina estaba de portada de revista, con un exquisito olor a lavanda y lo que quedaba en el limpiador de pisos.

—Mami sabes que no me gusta ese olor...

La voz de Sofie casi le detuvo el corazón, el trapeador en su mano cayó al suelo y la cubeta con agua casi terminó por derramarse completamente. Los grandes ojos de su niña siempre le recordaban a los de las hadas antiguas, su talento para aparecer de la nada y su gran nariz solo intensificaba la imagen en su cabeza.

Sus niñas hubiesen sido la envidia de muchas hadas.

No pudo evitar reírse, sus hombros temblando junto a su pequeña carcajada. Cómo extrañaba su mundo, estar con personas como ella. Recogió el trapeador y votó el agua sucia en la calle, cerrando la puerta con seguro detrás de su espalda.

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