Capítulo 31

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Finalmente había conseguido a Sara. Mi corazón era una roca pesada en mi pecho, mis ojos se sentían a punto de cerrarse. El vino seguía causando más daños dentro de mí y no sabía si esto fue una gran idea. No me sorprendía que Sara conociera el nombre real de Sev, pero todavía me preguntaba cómo fue que logró conseguirlo.

El nombre de real de una criatura mágica era tan valioso como toda una habitación llena de oro, podías manipularlos y hacer que fueran tus esclavos eternos. Lo único que Sara no sabía era que Sev ya había cambiado su nombre años atrás. La pista picó en mi cabeza por semanas, todas las veces en las que intenté utilizar el nombre de Sev para que me respondiera mis preguntas, no funcionó de la misma forma que cuando él decía mi nombre.

Rebusqué miles de veces en las librerías de las hadas, entre las páginas del diario de Ife e incluso hablé con cientos de profesores sobre el tema. De todo, hasta que el libro de leyendas cambió nuevamente y la nueva historia narraba como la princesa consiguió ocultar su verdadero ser cambiando su nombre, con ellos, su centro cambiando a una forma diferente.

Quizás el que estuviese borracha era mi ventaja.

―Sé que quieres el Novus, ―Su ceja se arqueó, su gran sonrisa sin mostrar los dientes marcándose como pintura sobre mi cuerpo, pesada como el petróleo. ―pero también sé que no me dejarás ir.

―Me alegra ver que eres tan inteligente como yo.

Mi boca se llenó de un sabor a pie que casi me hace vomitar.

―Iré contigo y te conseguiré el Novus.

―¿A cambio de Sebastián?

Inspiré hondo.

Asentí.

Conseguir a Sebastián era mi trato con Hallo. Ya había tachado uno de mi lista, solo quedaban dos.

―He vivido demasiado como para creer que vendrás de buena gana. ―Dio un paso de nuevo, pocos metros separándonos.

Sabía que no estábamos en el territorio de la reina Eadrin, el sabor del aire y la escasez de árboles a mi alrededor casi me decía que había sido teletransportada al gran campo donde el tesoro de los españoles estaba escondido. Las marcas en el suelo bajo mis pies lo confirmaban.

―Sé que tienes demasiados trucos debajo de tu manga, querida.

―Me necesitas para activar la daga y conseguir el Novus sin que Perséfone patee todo tu trasero al inframundo y de vuelta. ―sonreí burlona, ladeando mi cabeza de lado a lado con una canción en mis orejas. ―Ese es mi trato.

Su ceja se elevó un poco más. Aún no descubría si ella sabía de mi sueño con Sebastián, que lo tenía amarrado bajo hechizos que lo debilitaban cada día y creaban heridas en su cuerpo si luchaba contra las ataduras. No le temía a ser envuelta en ellas, conseguiría mi forma de romperlas en algún punto, mientras no me llevara de nuevo a la cueva en las montañas.

―Vendrás conmigo, me ayudarás a activar la daga y me entregarás el Novus. ―Su voz sonó irritante en mis oídos, sus intensos ojos siguiendo cada una de mis facciones.

―Solo puedo prometer dos cosas. Al final, están ganando más de lo que yo obtendré.

Había pensado en esto miles de veces, en qué le diría exactamente cuando la viese frente a frente. Por mucho tiempo me dije a mi misma que aprendería todo lo que pudiese de lucha cuerpo a cuerpo y a manejar mis poderes para devolverle todos los golpes que una vez le dio a mi familia, pero exactamente como Sev lo había dicho: seguía sin ser suficiente.

Tendría que resolver con lo que sabía.

―Está bien. ―Sus blancos dientes por fin se revelaron en aquella gran sonrisa. Caminaba a mi alrededor como una bestia asechando a su presa. ―Soltaré a Sebastián ―enumeró con sus dedos. ―y no tocaré ni un pelo de tu linda familia. ―Tragué duro. ―Sé que siempre has estado preocupada por la maldición de Ife.

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