Capítulo 32

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Esta debía ser la maldición y, tenía que asegurarme que terminara conmigo.

Ahora solo necesitaba agarrar el libro y desaparecer del castillo antes de que Sev regresara. No tenía mucho tiempo, me susurraban las sombras.

Antes de salir de la habitación me aseguré de lavar mi rostro y quitar todo rastro de las lágrimas, no podía encontrarme con alguien a mitad del camino y que se dieran que estaba actuando extraño. En los pasillos, los guardias volvieron a darme la misma mirada curiosa de minutos atrás. Eran tan intensas que casi podía sentir que descubrían todos los secretos de mi corazón, del miedo que hacía mis huesos temblar, pero ya no había vuelta atrás.

Baje por las escaleras en lo profundo del castillo, un espiral que conectaba todos los pisos y que solo era usada por los sirvientes o los guardias, era mucho más rápido llegar a esta que a las escaleras principales, a la vista de todos. Una vez en el primer piso decidí envolverme en las sombras, mi cuerpo ocultándose de la misma forma que vi a Sev hacerlo cientos de veces.

Las grandes puertas que dejaban a las hadas entrar y salir del castillo estaban abiertas de par en par, los dos grandes arboles que custodiaban las puertas meciéndose reconociéndome. Les di una mirada acida. La advertencia de la serpiente de fuego era una gran pelota en mi estómago, pero todavía no conseguía la forma de ordenarle a los arboles a que se callaran.

Una vez el pasillo estuvo libre de miradas curiosas comenzó a deslizarme de nuevo hasta la salida al jardín trasero. Afuera, en pleno día con los rayos del sol tan fuerte que cegaban sería imposible camuflarme entre sombras, así que mi opción aquí era esperar que mi truco de transformarme en agua sirviera.

Sentí mi cuerpo ligero, mis pies comenzando a desaparecer y convirtiéndose en pequeños hilos de agua que flotaban sobre el aire poco natural. Inspiré hondo, dejándome caer al suelo, mi cabeza rezando que nadie me pisara y terminara tropezándose conmigo mientras hacia mi camino hasta la pequeña sala escondida en los jardines.

Gracias a los cielos y a quien sea que estaba escuchando mis oraciones, nadie se apareció.

La sala estaba llena de guardias, todos concentrados en mantener los libros a salvo. Rahmij me dijo que todos estaban en las salas privadas de la reina Eadrin celebrando, esperando ―supuestamente― por nosotros. El lugar estaba lleno de hechizos y de una magia tan pesada que reconocí como la que Perséfone conjuró del libro, todo para mantener a manos indeseadas fuera de ellos.

Más ninguno de ellos era para mí.

Debajo de la mesa volví a esconderme entre las sombras, fuera de la mirada penetrante de los guardias. Mi corazón latía tan fuerte que lo podía escuchar sin ningún problema en mis orejas y, temía que los guardias también pudiesen escucharlo, pero nadie dio una señal de aquello.

Gracias a los poderes de Sev podía crear un veneno que se comenzó a esparcir por el aire, el mismo veneno que utilizó aquel demonio tiempo atrás, en una de mis primeras visitas a la mansión de Sev. no podía recordar su nombre por mucho que quisiera, pero si recordaba su poder, uno demasiado particular que no todo demonio portaba.

Pero ella no estaba aquí para dormir a todos estos guardias y, mi entrenamiento con Saln y todos los libros que había leído mientras estaba con los protectores fueron suficientes para recrear el veneno. Después de todo, muchas veces en nuestras misiones estábamos expuestos al veneno, recordaba su olor quemando en mis fosas nasales, era todo lo que necesitaba para clonarlo.

Los guardias comenzaron a caer como moscas al suelo hasta que ninguno quedó de pie, todos sumidos en un profundo sueño que duraría lo suficiente para tomar el libro y correr.

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