Capítulo 17

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  Sev.

       Sev.

       Sev...

Mi cabeza daba vueltas, todo mi cuerpo caído sobre la hierba fresca, las gotas del rocío mojando mi espalda. Abrí mis ojos lentamente, el sol cegador besando mi piel. No comprendía como terminé tirada en el suelo afuera de la tienda, mis últimos recuerdos antes de caer inconsciente. Sentía mi piel picar, las ganas de saltar, correr y gritar dejaban mi cuerpo eléctrico.

El sabor de la mañana en mi boca reemplazaba el fastidioso sabor de la menta, era dulce como el de una fucsia recién roseada por la lluvia.

—¿Amelee?

Mi corazón se detuvo.

Elevé tan rápido mi cabeza que el mundo se agitó como una esfera de nieve. Parpadee lo más rápido que pude, esperando que mi vista se enfocara en la figura a pasos de mí. No había forma de confundirla o de ignorar el lugar donde estaba.

Mi abuela Penny se veía tan sorprendida como yo, tirada en su jardín, el mismo en el que Frank estuvo trabajando en mi mundo antes de ser arrastrada a este. La casa casi estaba siendo comida por las flores, trepadoras ocultando algunas de las ventanas.

No importaba lo cansado que mi cuerpo estuviese, de un solo salto me levanté del suelo y corrí a los fuertes brazos de mi abuela. El impacto entre ambas casi nos envió al suelo, pero pude mantenernos sobre nuestros pies después de tambalear unos cuantos pasos.

Llevaba casi tres años sin verla, no después del verano que partí a la mansión de Sev. seguía sin cambiar una pisca, su cabello del mismo color de siempre, sus regordetas mejillas llenas de crema hidratante por la mañana que luego llenaría de su intenso rubor magenta. La misma Penny de siempre.

—¡No lo puedo creer! —Sus ojos llenos de lágrimas contagiaron a los míos, el calor de su cuerpo derritiendo mi corazón. —¡Te extrañamos tanto! ¡Mi niña, pensábamos que te habíamos perdido!

Me solté a llorar en aquel instante, mi cuerpo disolviéndose en el de mi abuela. Me sentía mantequilla bajo el sol del verano en el desierto, era un desastre de pies a cabeza, pero poco me importaba lucir como la loca de la ciudad.

—Mamá, ¿qué está...?

La voz de mi madre separó mi abrazo con mi abuela, mis ojos llenos de lágrimas apenas alcanzando a reconocer la figura de mi ella. Su boca se desplomó al suelo. Mi labio comenzó a temblar, verla de nuevo era una cachetada en la mejilla cuando pensé que nunca podría hacerlo de nuevo. No podía ignorar lo mucho que estas dos mujeres se parecían a Ife, haciendo que mi corazón doliese de nuevo.

Con ojos llorosos corrió hasta llegar a mí, de la misma forma que hice con mi abuela, para envolverme en sus brazos y enterrar su nariz en mi cuello. Escucha y sentía sus sollozos, dejando saliva y moco en mi cuello lleno de polvo.

No entendía cómo había terminado en mi pueblo de nuevo, frente a la casa de mi abuela y con el peso del anillo de Sev en mi dedo. Me interesaba un comino si la Serpiente de Fuego se aparecía, tenía tanto tiempo deseando volver con mi familia, sentirme de nuevo una simple niña, asustada del mundo y sus monstruos. Tal vez la madre que tuve en mi antiguo mundo fue un monstruo, pero mi madre aquí calificaba como santa.

—¿Dónde has esto todo este tiempo? —Mi abuela Penny me separó de los brazos de mi madre, su mirada preocupada recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza.

Quizás mi parecido con Ife solo reflejara en la forma de mi rostro, el resto luciendo como la copia de la madre de mi padre, pero podía ver el terror y semejanza en los ojos de mi abuela. No podía dejar de ver el parecido de mi desaparición como el de mi bisabuela, incluso cuando yo regresé. Mas o menos.

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