Torpes palomas

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Daniel está tomando un descanso dentro de la casa, lleva un buen rato sacando muebles y no parecen acabarse. Le tocó vaciar una clásica mansión encima de un risco, como en las películas de terror. Debido a que es muy asustadizo, sus compañeros le estuvieron jugando bromas desde que llegaron, durante cinco días no pararon de molestarlo.

≪Ya es bastante molesto que tenga que viajar hasta acá todos los días, encima debo soportar estas cosas≫, piensa al ver una araña falsa en su sándwich. Para su fortuna, ya se está acostumbrando a las bromas y trabaja con una idea de que todo puede ser una broma. Aparta su almuerzo a un lado, no por miedo a la araña falsa, sino porque sus compañeros lo tocaron.

Con su almuerzo arruinado, decide pasear por la caza y ver cuánto le queda por sacar. Hasta el momento, solo vaciaron la planta baja y el primer piso, quedan dos pisos más y el ático. Mientras recorre los pisos superiores, se agobia por la cantidad de muebles que hay. ≪Es imposible que una persona tenga tantos muebles. Malditos millonarios≫, piensa, sabiendo que tendrá que venir varios días más. Lo único bueno es que le están pagando mucho.

De repente, una paloma se estrella contra una ventana y choca con un mueble. Daniel pega un salto del susto y retrocede hasta golpearse con un ropero que se cae casi al instante. Si el susto del pájaro no lo mató, su jefe lo hará si rompe algo, así que levanta el mueble con desesperación, pero se tropieza y el ropero le aplasta el pie.

—¡Mierda!

El grito es contundente y fuerte, casi una exageración. Saca su pie, levantando un poco el mueble, pero cuando lo vuelve a soltar y cae, el suelo se rompe y el ropero cae al piso de abajo.

—En definitiva, estoy muerto.

Ahora mismo, sus sentidos de alerta están activados en su máxima capacidad y lo demuestra con su inconsciente hiperventilación. Se queda sentado en posición fetal varios minutos en silencio, esperando que sus compañeros no hayan escuchado todo el escándalo, pero no tarda en extrañarse porque no aparecen.

≪¿Qué está pasando?≫, se pregunta al ver que hay demasiado silencio. ≪Oh, no, ¿por qué me cuesta respirar?≫, nota como cada vez le entra menos aire a los pulmones sin alguna razón.

—¡Carajo! ¡Chicos, esto no es gracioso, dejen de bromear!

Mira hacia todos lados, buscando a sus compañeros, pero no ve a nadie. De hecho, su visión se paraliza en la paloma que parece muerta. No sabe por qué, pero siente una gran presión en su pecho y la vista se hace borrosa.

La paloma se levanta y se para como una persona. Daniel escucha la columna vertebral del animal mutando a una humana mientras que sus ojos, de igual manera, cambian a los de un humano. Las plumas en las puntas de sus alas se transforman en dedos grisáceos, largos y finos, y a sus garras les salen zapatillas.

—¡Puta madre! —exclama Daniel y retrocede sin levantarse, hasta que choca con una pared.

—Daniel —pronuncia la paloma, viéndolo con esos ojos humanos.

—¡No! ¡No hables! ¡Las palomas no hablan!

—Daniel.

El animal comienza a acercarse y extiende esos dedos grises y finos hacia él.

—¡No! ¡Aléjate, demonio!

—Daniel.

La paloma está frente a él, rozándole la cabeza con los dedos.

—¡¿Qué quieres?! ¡Ya déjame!

—Despierta, sonso.

Daniel abre los ojos y se encuentra con su compañero Iván frente a él, sosteniendo la araña falsa.

—¿Qué pasó?

—Eres demasiado cobarde, Dani. No puedo creer que te desmayaras con esta cosa —dice su compañero sonriente, señalando la araña.

—Sí, hasta nos preocupamos —agrega otro camarada—. Empezaste a gritar groserías y que nos alejemos. Creo que tienes un trauma muy serio, deberías hacer que te lo vean.

El resto se quedan callados unos segundos, pero enseguida comienzan a reír como si haya sido el mejor chiste de la vida. Daniel mantiene la mirada perdida en la araña, recuerda que la encontró en su almuerzo y gritó para después solo recordar oscuridad.

Sus compañeros se retiran, riendo a carcajadas, para volver al trabajo mientras que Iván lo ayuda a pararse.

—Oye, ¿en serio te encuentras bien?

Ambos escuchan un golpe contra la ventana y ven una paloma, retomando vuelo después de chocarse.

—Torpes palomas, ¿no? ¿Daniel?

El mencionado lo mira sin emoción alguna.

—Voy a entregar mi renuncia.

Historias fantásticas y no tan fantásticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora