¿Y ahora qué?

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Acá estoy, sentado, pensando en todo y nada a la vez. Y me pregunto: ¿Ahora qué?

Veo a la gente caminar, algunos me ignoran, mientras que otros me ven de reojo o intentan ignorarme. Solo unos pocos me saludaron, personas conocidas, familiares, amigos; pero en ningún momento tuve una conversación tan duradera como la que tengo conmigo mismo todos los días.

Siempre cuestionándome qué estoy haciendo y qué debo hacer, analizando mis posibilidades, mis ideas, mis sueños y mis problemas; todo para no conseguir alguna respuesta y terminar como el día anterior. Es por eso que me pregunto: ¿Qué debo hacer? ¿Debo hacerlo ahora? ¿Lo haré bien? ¿Acaso será importante para mí o para los que me rodean? No lo sé.

A veces intento presentar mis inseguridades a la familia, en búsqueda de una solución externa, pero las respuestas de ellos nunca cambian y son insatisfactorias. Me dicen que haga algo, lo que sea para salir de la monotonía. Tiene algo de sentido, pero no sirve para mí. He intentado muchas cosas, desde deportes hasta artes, pero nada duró demasiado.

Cuando le pregunto a mis amigos, me dicen: ≪Hacé lo que te divierte≫, o: ≪Hacé lo que te llene≫. Hago lo que me dicen y, a pesar de divertirme, con el tiempo, se vuelve aburrido y deja de llenarme.

Los conocidos me dicen que siga en lo que soy bueno, pero hay mucha gente mejor que yo y ni siquiera destaco. ¿Para qué esforzarme, si alguien que nació con el talento vendrá a dejarme en ridículo? Sencillamente no es algo que pueda seguir.

Y cuando le pregunto a un desconocido, solo escucho insultos y poco interés. Es así como ahora estoy acá: Sentado en alguna parte, viendo a la gente pasar mientras realizan sus vidas y sienten todo tipo de emociones. Incapaz de empatizar con mí entorno. Sentado, pensando en todo y nada a la vez, mientras que me pregunto con constancia: ≪¿Ahora qué?≫, esperando que algún día pueda hallar una respuesta a esa pregunta.

Con el tiempo, la familia se entristece cuando me ven, mis amigos me intentan levantar sin triunfo alguno y los conocidos se alejan, volviéndose desconocidos. Y, a pesar de todo lo que veo, sigo sentado, pensando en todo y nada a la vez, mientras me pregunto:

—¿Y ahora qué?

—Podés empezar por levantar el culo.

Esa voz... es familiar, pero la gente frente a mí sigue caminando, mi familia se fue para evitar la tristeza, mis amigos se alejaron decepcionados y ya no tengo conocidos; todos son desconocidos y nadie me mira, todos me ignoran, como si no estuviera acá. Supongo que alguien sin rumbo es un don nadie.

Ya no escucho a las personas, ni siquiera sus pisadas tienen sonidos. Hace rato que no huelo algo, y siento un gran vacío como si mi alma estuviera ausente, pero me salva de sentir tristeza por mí mismo. Me mantiene apático, aunque no haga nada. Solo seguiré sentado hasta que...

—¿Hasta qué? —Y ahora regreso a pensar en todo y nada a la vez. Suspiro exhausto y me pregunto: —¿Ahora qué?

—¿No me escuchaste?

Otra vez, esa voz me habla, pero no veo donde está, ni tampoco reconozco su tono. Pero ya me habló dos veces, es alguien que conozco, lo sé.

—Es de mala educación ignorar a la gente, pensé que te había educado mejor. ¿Quieres levantar la cabeza? —¿Qué podría obtener con eso? Posiblemente nada, pero tampoco pierdo algo, así que obedezco. —A tu lado, corazón.

Por fin la veo, mi abuela. Hace mucho que no la veía, tampoco quería que me viera así, y pensé que tampoco quería verme; ella se preocupa mucho por mí y es como una segunda mamá. Es con la única que no hablé.

—Muy bien, quería verte. Te extrañé mucho —dice y me abraza como cuando era niño, pero supongo que nunca crecí para ella.

El abrazo se siente bien, pero, ¿ahora qué? No sé qué decirle, ni siquiera sé si debo corresponder al abrazo y, eso, ¿me duele?

—Corazón, ¿qué hacés acá? ¿Por qué te ves triste?

¿Estoy triste? Pero si no siento nada, como si estuviera apagado. No creo que importe, ella se ve interesada, pero no quiero decirle nada al respecto. No sé por qué, pero no quiero.

Me mira fijamente, leyendo mi silencio como un libro abierto, o eso me hace entender cuando veo su mirada de regaño.

—Antes preguntaste algo: ≪¿Ahora qué?≫. Te respondí y me ignoraste, tal vez pueda ayudarte.

¿Ella puede ayudarme? No, es familia, ya sé lo que dirá. Entonces no pierdo nada, ni gano nada.

—Me siento vacío, sin ganas de hacer nada. ¿Qué hago? —Una parte de mí se rompe al ver la preocupación en el rostro de mi abuela. Así que bajo la mirada. —Olvídalo.

¿Por qué me duele tanto?

—Ya veo —musita y toma mi cabeza con cariño para que la vea directamente. Y la veo... la veo con una sonrisa. ¿Por qué?—. Es algo normal. A veces podemos sentirnos fuera del camino, sin saber hacia dónde caminar. Yo pienso que es algo por lo que todos debemos pasar para madurar.

—Pero ya soy un adulto —respondo de forma natural, mientras me sigo preguntando: ¿Por qué?

—Eres un adulto en edad, pero aún debes madurar de la cabeza.

Sus palabras se oyen con mucha claridad, sus ojos parecen estrellas que no puedo dejar de ver, y su sonrisa me transmite una calidez comparada a estar arropado en la cama en pleno invierno por la mañana. A pesar de eso, todavía no ha respondido a la pregunta.

—¿Y qué? Eso no resuelve nada —digo, queriendo regresar a mi constante cuestionamiento interno, listo para que ella se vaya... y... quede... solo—. ¿Ahora... qué?

—Quién sabe? —responde con simpleza, y me toma por sorpresa. Vuelvo a verla y ella se levanta—. Corazón, nadie puede decirte que es lo que debes hacer con tu vida. Claro, pueden ayudarte o no, pero eres el único que decide qué sendero tomar.

≫Cuando estamos perdidos, debemos encontrar el camino por nuestra cuenta, probar diferentes actividades, ocuparnos con alguna responsabilidad, seguir intentando en lo que seamos buenos, y divertirse de vez en cuando, o, sencillamente, buscarlo de alguna otra forma; así regresarás al camino, tu propia ruta. El que busca, encuentra. Aunque para eso, primero debes levantarte, mover el culo.

¿Esa era la respuesta, una combinación de todas las demás? Es tan simple que me molesta, pero me reconforta y también siento emoción. Muchas ideas aparecen en mi cabeza, ambiciones, actividades, juntadas con amigos, y muchas cosas más. Siento un remolino de emociones que me hace mirar adelante.

Entre la gente, hay un camino, muchos pasan por al lado, pero ninguno lo sigue, algunos lo acompañan, pero el espacio sigue ahí.

—Ese es mi camino.

Me levanto con emoción y, antes de comenzar a caminar, veo a mi abuela sonreír entre lágrimas. Percibo su orgullo y felicidad. Sin cuestionármelo ni un segundo, la abrazo con fuerza mientras siento las lágrimas deslizarse por mis mejillas.

—Te quiero mucho, abu.

—Y yo a vos, corazón.

Me separo del abrazo y comienzo a caminar por el camino, mi camino. Mis familiares me ven con alegría y se acercan de vez en cuando. Me junto con mis amigos, y ellos no se alejaron, para reír sin parar y divertirnos con nuestras ocurrencias. Regresé a hablar con los conocidos, tal vez, algún día, se vuelvan amigos. Incluso los desconocidos parecen comenzar a notarme.

Con el tiempo, ya no camino, corro por mi senda con una sonrisa, que a veces cambia, pero nunca más volví a sentirme vacío.

Pasa el tiempo, ya no tengo las energías para correr, pero sigo caminando. Hasta que me detengo a ver a alguien sentado fuera del camino, aunque ni siquiera parece tener uno, es mi nieto. Sonrío y voy hacia él. Lo escucho decir: ≪¿Ahora qué?≫. Ahora ya sé qué hacer.

—Podés empezar por levantar el culo.

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2022 ⏰

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