Arena, kilómetros y kilómetros de arena es lo único que veo. Ni siquiera soy capaz de encontrar un desgraciado cactus o un puto escorpión, y creo que el sol quiere asesinarme. A pesar de que la luna aparezca, él se rehúsa a irse. No recuerdo la última noche en este lugar, solo recuerdo arena, arena, calor y más arena. Ya debieron pasar diez días y no puedo recordar otras cosas. A estas alturas solo me queda sentarme y mirar al sol sobre mí, en el mismo punto de siempre. Realmente pienso que me está viendo y, por más que lo vea directamente, su luz no me molesta.
—¡¿Qué quieres de mí?! ¡Una estrella como tú no debería tener nada que pedirme! —Voy a hacer que me hable, que me dé una respuesta y quizás recuerde algo. —¡Ya ni siquiera siento el calor! ¡¿Acaso es un castigo cósmico por seguir vivo?! —Sigue en silencio, viéndome, asechándome y recordándome que no sé nada. —¡Entonces así será! ¡Sigue bañándome en tu despreciable luz e ignora las visitas de la luna, porque no pienso morir hasta que te vea explotar!
¿Acaso estoy muerto? Tal vez por eso no siento nada, pero es mentira, aún me siento vivo y débil.
—¡No pienso seguir pasando e ignorando que no te vas! —dice la luna, asomándose por el borde del desierto, la primera vez que la oigo hablar—. ¡Yo cumplo con mi ciclo, pero tú estás ignorando tus deberes!
En definitiva, está gritándole al sol y éste no responde: sigue sobre mí, queriendo sofocarme.
—¡No importa cuánto le grites, él solo quiere castigarme! —grito para que llegue a escucharme.
Siento que la luna me ve, es difícil saberlo porque no tiene rostro. Creo que no me había notado durante todo este tiempo.
—¿Castigarte? Ja, estás dándote mucha importancia, humano —ella se burla de mí, oigo sus risas, como las de una mujer adulta, pero por fin recuerdo que soy humano.
Tal vez, si sigue hablando, recuerde más.
—¡Entonces, explícame por qué no se aleja de mí!
—Es más extraño que sigas vivo, pequeño. Deberías estar muerto. —A pesar de sus palabras, no se oye sorprendida, es como si estuviera diciendo un hecho científico. Solo consigue irritarme. —Pero ya basta de charlas, ni siquiera debo gastar la voz con un humano. —La luna se acerca al sol y causa un eclipse. —Escúchame, ≪estrella más importante de la galaxia≫, no me moveré hasta que retomes tu ciclo.
Dejar de sentir la luz me reconforta de sobremanera. Además, el frio acaricia mi piel con el cariño de una madre y las sombras me abrazan como si fueran mis hijos perdidos. La furia se desvanece y la felicidad prevalece.
De repente, los gritos de dolor de la luna hacen temblar al planeta. Veo como la luz del sol perfora con malicia al satélite natural mientras que ella no para de pedir que se detenga y que, ¿lo ama? ¿Que solo quería estar a su lado? Esto es raro, pero las luces evaporizan la luna sin piedad y el sol vuelve a hostigarme. La felicidad se esfuma, todas esas sensaciones que logré sentir desaparecen al instante, ¡y todo por su culpa!
—¡Desgraciado, la asesinaste y me quitaste toda la felicidad! —Me levanto a pesar de mi debilidad y señalo al sol. —¡Juro que encontraré la forma de destruirte, no me importa que todos deban morir y el planeta se congele! ¡Te haré pagar!
—Y estaré esperando que cumplas tu palabra —habla, por fin respondiéndome, pero con mucha lentitud y con una voz profunda—. Solo sigue caminando y nos podremos ver de cerca.
No sé qué quiere decir, ni qué significó todo esto, pero, ¿qué más me queda? Cumpliré mi palabra.
—Iré por ti, ¡sooooool!
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Historias fantásticas y no tan fantásticas
FantasyHistorias sin un fin más allá de contar algo fantástico. Cuentos que tal vez te hagan pensar las cosas o que, simplemente, te entretengan. Relatos inspirados en la vida y las obras que todos conocemos. Tan solo disfruten de una buena lectura.