Séptima estrella: Melancolía

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—Ya puedes empezar a recriminarme —Kaeya alentó después de terminar la anécdota. Sin embargo, Lumine estaba procesando apenas todo lo que acababa de escuchar —Pero te aseguro que estuve buscando una manera de decírtelo desde que te conocí. Sólo que no es una historia linda de contar.

La chica guardó silencio por unos instantes. Kaeya había estado cepillando los rubios cabellos de Lumine durante horas, más para calmarse a sí mismo sobre lo que iba a confesarle que por la moción de desenredar la melena corta, pero salvaje de la contraria.

Opuesto a sus expectativas, Lumine se limitó a suspirar cuando el profundo silencio la ahogó. No podía enojarse por alguien abriendo de par en su corazón, mucho menos si se trataba de Kaeya.

—¿Cómo puedes recordar algo que pasó hace más de diez años? —dijo ella, y Kaeya pareció dejar de contener la respiración.

Dejó el cepillo en el tocador y comenzó a dar un torpe masaje en el cuero cabelludo de Lumine.

—Bueno, tus padres y Dain me ayudaron en ese entonces, no es algo que se olvide fácilmente —su mirada lucía más brillante que de costumbre y fue el detalle que Lumine no pudo pasar por alto —Estaré en deuda con ellos toda mi vida.

Ella sonrió. Por supuesto que la historia sonaba a algo que sus padres harían.

—Me llamaron loca cuando dije que me parecías familiar —bromeó y una dulce risa le siguió a la suya. Luego volvió el silencio —¿Por qué me lo dices hasta ahora?

—Supongo que... ya era momento de contártelo. Tú sabes, por todo lo que está pasando entre nosotros —su voz, aunque insinuante, todavía se escuchó tremula —Además, las cosas se pusieron peligrosas en ese tiempo y todos decidieron que sería mejor contar lazos. Sólo hasta que esa mujer dejara de perseguirlos.

—Pero nunca se detuvo, ¿cierto? —intuyó ella —Porque mis padres murieron, Crepus también. Y si no hubiera sido porque estamos en la misma banda es probable que jamás buscaras a Dain o a nosotros.

—Eso no es del todo cierto —los largos dedos de Kaeya se enredaron en los mechones rubios, comprobado que no quedaran nudos —Planeaba buscar a Dain porque era el único testigo que me quedaba. Que fueras la linda hermana menor que conocí cuando todavía mojaba los pañales fue solo una coincidencia.

—No quería saber esos detalles, gracias.

—¿Que? Eras una bebé extrema. Te gustaba que tu papá te lanzara al techo y te reías como poseída, dejabas que Dainsleif pellizcara tu nariz; y lo más importante: Te encantaba atacarme con peluches —Kaeya se detuvo un momento —En retrospectiva, siempre has disfrutado estar en mi contra.

—No, solo que a ti te encanta molestarme —se encogió de hombros.

Ninguno de los dos pudo agregar algo cuando escucharon una discusión en la puerta principal. Se miraron el uno al otro, esperando que el contrario supiera lo que estaba provocando el alboroto y no tardaron mucho más en ir a echar un vistazo. Kaeya fue el primero en salir y no le gustó nada lo que encontró. Era Diluc, dejándose gritar por esa persona. Presa del pánico, Kaeya dio media vuelta y se encontró una vez más con los ojos dorados de la rubia. La tomó por los hombros y la hizo dar dos pasos hacia atrás.

I destroyed our constellation | Genshin Impact AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora