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La princesa  de Polonia, quién sería la invitada del Sultán bajaba de este, era una joven hermosa de la edad del principe Mehmed, estaba segura de eso. Su corazón comenzó a latir rápidamente al ver a la joven bajar junto a ella, y a su lado, tres jóvenes que cuidaban de ellas, no sabía si lo que veía era cierto pero aquel collar que la joven junto a la princesa tenía, lo había visto antes y el rostro de ella era igual.

—Zahra... No, ¿Raziye?— Gülfem no podía evitar quedar admirada, no podía ser una coincidencia. La joven junto a la princesa, era muy parecida a la mujer que una vez fue su amiga y hermana. El collar de rubí en forma de corazón y aquellos pendientes que combinaban con este, eran el regalo que Solimán le había hecho a Zahra y eran más mismas joyas con las que Raziye se había ido junto a Kilmihan.

—Sultana...— la princesa Ana dijo al ver a Gülfem. Ante la reverencia de las cinco personas que estaba frente a ella Gülfem reaccionó lo más rápido que pudo

—Princesa Ana... Sea bienvenida. La Sultana Hürrem, la está esperando. La señorita Afife la guiará.

—Muchas gracias. Ha sido un placer conocerla... Sultana— Gülfem le dió el paso a la princesa y a los jóvenes que la acompañaban, cada uno paso a su lado. El último de los varones paso demasiado cerca, el sonido de los cascabeles llegó a sus oídos, Gülfem dió la vuelta para ver las manos del más alto de los hombres, posadas detrás de su espalda, de la mano derecha de este, aquel brazalete causante de aquel sonido. Al ver tales colores, la forma y los cascabeles, Gülfem casi cae al suelo. No tenía duda, era el brazalete que le dió a su hijo, con el que prometió, que iba a saber que se trataba de él.

—Murad...— dijo en susurro extendiendo su mano, sus lágrimas no tardaron en aparecer. El momento finalmente había llegado.
Tomó los costados de su vestido, y fue lo más rápido que pudo ante el sultán Solimán.

Solimán sabía que tendría la visita de la princesa de Polonia. Su esposa, la sultana Hürrem le había comentado sobre lo importante que era para ella atenderla, por esa razón le dejo encargarse. También, había visto el repentino cambio en el humor de su hijo Mehmed, después de la muerte de su favorita, había estado decaído. Conocer a una joven hermosa, tal vez le haría salir de su tristeza.

—Aunque yo también sé lo que es perder a la mujer que uno ama.— Solimán lanzó un suspiro que se perdió en la brisa de ese día, al mirar las flores del jardín supo que por más que pasaran los años, la presencia de Zahra siempre estaría con él.

—¡su majestad!— El llamado tan repentino de Gülfem hizo que pensara que algo malo había pasado. Pero al ver la expresión en su rostro extendió su mano para que se apresura a contarle lo que traía para él. Gülfem besó su mano y posteriormente comenzó a llorar en los brazos de Solimán.

—¿Gülfem? ¿Qué sucede?

—¡Algo bueno majestad! Murad... Raziye...— cuando Gülfem comenzó a nombrar a sus primeros hijos la expresión de Solimán cambió totalmente. —¡Están aquí! ¡Han regresado!

Su primera reacción, fue incrédula, pero Gülfem estaba tan segura de eso, las palabras de ella, seguían repitiéndose en su mente mientras los dos caminaban rumbo a los aposentos de la sultana Hürrem, dónde se encontraba la princesa Ana y sus guardias personales.
“Raziye, es tan hermosa. Se parece a su madre”
Su pequeña hija, igual a su Zahra... Tenía que verlo por si mismo, tenía que verlos... Tenía tantas preguntas que tenían que ser respondidas.

—¡Atención! ¡Su majestad, el sultán Solimán!— La perspectiva de Solimán cambió de un momento a otro. Las puertas se abrieron lentamente, como se iba adentrando, veía a los jóvenes haciendo reverencia junto a su esposa e hija Mihrimah, su camino se detuvo frente a la joven con el collar de rubí. Al ver esta pieza su rostro palideció. Gülfem que iba detrás suyo se detuvo frente a quien llevaba el brazalete.

O hala kalbinde SolimánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora