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Como la llegada de la primera, las flores en la entrada de la tumba de mi amada me reciben con dulce aroma y sus pétalos cayendo hacía mi dirección, mis manos rozan la escritura de tu nombre... Mis manos desean sentir tu mano de nuevo. Sultana Zahra.
El primer gran amor de este mortal,  la alegría y la luz de mi corazón.
Solimán miraba el nombre escrito una y otra vez, cerraba sus ojos para sentir como los pétalos tocaban sus mejillas, suave como un beso.

—Solimán...— El viento, traía su voz, como un susurro, su mente la traía a ella.
Zahra... Sabía cómo aparecer cuando lo necesitaba. ¿Aquello era real? ¿Era un sueño? Fuera lo que fuera no quería perderlo.
Camino por el sendero, guiado por el sonido de la voz femenina que lo llamaba, entrando al palacio de Manisa que era donde su amor por ella floreció y Allah los separó.

Cada habitación era un escenario distinto, desde la primera vez que cruzaron miradas, su primer beso... La sensación aún se sentía fresca como su estuviera pasando por esa maravillosa ocasión de nuevo.

—Mi corazón es suyo su alteza, y nadie puede cambiar eso.— una y otra vez, aquel momento era doloroso, no importa cuántas veces lo recordaba, no dejaba de sentir como tomaban su vida y se la arrebataban cuentas de veces.
—Aun cuando me vaya con Allah... Le seguirá perteneciendo.— el escenario era otro, había música, había flores y una brisa fresca que lo cubría, avanzó aún más, llegando a ese gran árbol donde la mujer con vestido blanco esperaba por él.

—Zahra...— Al escuchar su nombre ella sonrió de manera cálida, como solía hacerlo antes y tal como en esos momentos, seguía provocando en Solimán cosquillas en su estómago.
Zahra camino alrededor suyo, cuando dio la segunda vuelta, su misma imagen, era la del principe que alguna vez fue.

Zahra tomó ambas  manos suyas entrelazando sus dedos con los de ella, al ritmo lento se aquella música, Zahra se movía de un lado a otro de manera suave y delicada, Solimán no podía hablar, ella tampoco lo hacía, pero con una sola mirada bastaba. Solimán se movió igual que ella, no entendía cómo lo hacía, pero su cuerpo respondía a la mujer que tenía delante suyo.

Podía escuchar su risa mezclarse con la de ella, era melodioso. Zahra se detuvo, colocó su mano en la mejilla de Solimán y acarició está con cariño, se levantó en puntas dejando un beso en los labios de Solimán, el cerró sus ojos y la abrazó fuertemente.

Al separarse miró los ojos miel de zahra, seguían brillando tanto.

—Solimán...— una segunda voz se hizo presente, del costado, aquella mujer pelirroja llegaba colocandose a su lado.

—¿Hürrem?— Solimán miró a ambas mujeres, las dos eran su felicidad.
Zahra sonrió, extendió su mano hasta la pelirroja y ella la tomó, poco después juntó las manos de Solimán con la de Hürrem, dejó un beso en esta unión y sonrió para ambos.

—Te encargo mi corazón, Hürrem.— zahra comenzó a alejarse de ahí hasta perderse de vista, la mano suave de Hürrem pasó por su mejilla limpiando las  lágrimas del sultán.

Solimán abrió sus ojos después de ese sueño, estaba en su habitación, aquél sueño se había esfumado, Miró sus manos, había una marca roja en estás.

—¿Zahra?— pasó su mano por sus mejillas al sentir las lágrimas que aún caían. —Zahra, mi amor... Nunca voy a poder olvidarte, gracias, por venir a verme. Por favor, no desaparezcas, sigue viniendo cada noche..

O hala kalbinde SolimánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora