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El uniforme perfectamente planchado, solamente se trataba de un conjunto muy casual, al señor Sung, no le gustaba que ninguno de sus empleados fuera con el uniforme hecho asco, siempre lo repetía una y otra vez como si fuera algo tan importante, a los apostadores no les interesaba si acaso llevabas el uniforme desarreglado, a ellos lo único que les importaba, era que les consiguieras un bendito martini, una mimosa, o una piña colada, el alcohol es necesario para dispar el nerviosismo y aumentar la confianza en el cuerpo, así el cerebro solamente cree que ganará, y seguirá apostando hasta perderlo todo o ganarlo, pero el casino jamás pierde.

Yoongi soltó un largo resoplido, empañando de ese modo el espejo frente a él mientras sus habilidosos dedos hacían el ultimo nudo a la corbata para poder ajustarla en su cuello, sus cabellos oscuros estaban perfectamente peinados, cubriendo su frente sin dejar que su vista se tapase, en cuanto el nudo estuvo hecho, no dudo en pasar su mano derecha por el espejo del baño, quitando el vapor acumulado que había dejado en él para verse, pronto se encontró con su propia mirada, sus ojos grises estaban allí, quizás eso era lo que más odiaba de todo su ser.

"Tienes sus ojos." Eso siempre era lo que le decía su madre, y no lo decía con un tono dulce y lleno de cariño, no, al contrario, era como si le escupiera acido por la boca con esas palabras, eran pesadas, llenas de rencor y odio. Su madre puede que no haya sido alguien a la que consideraran la mujer del siglo XXI, pero era una buena madre, claro hasta cierto punto, porque siempre procuro por él hasta que cumplió los diecisiete años, y nunca le falto nada, pero también como toda persona, no era perfecta, no del todo, cuando Yoongi apenas tenía cinco años, supo que su madre traía hombres a la casa, o se iba a verlos a otros lugares más confidenciales, nunca le tomo importancia, hasta que sus compañeros de clases se comenzaban a burlar de él por lo que su madre hacía, siempre retuvo las ganas de llorar, de gritarles a todas esas personas que su madre no era una de las tantas mujerzuelas que se paseaban por la ciudad en busca de nuevos clientes, pero, por supuesto, él sabía que mentiría, porque muy en el fondo, sabía la realidad de su vida.

Quizás inclusive fue bueno que su madre muriera cuando él apenas cumplía los dieciséis, su madre siempre sufrió mucho por la circulación de su sangre y la maldita diabetes, había días en que la insulina ni siquiera era fácil de conseguir debido al dinero faltante, los tratamientos eran costosos, y su madre no tardo en sufrir un paro respiratorio debido a que su corazón estaba tan mal... ese día, en su cumpleaños, tuvo que pasar toda la tarde y noche, sólo para que le dijeran que ella había fallecido, no lloro, porque no se sentía realmente dolido, ni siquiera en el funeral pudo soltar una sola lagrima, su madre a pesar de todo, siempre le dijo que no debía llorar por estupideces, y Yoongi en ese momento sentía que eso era una estupidez.

Muchos lo tacharon de insensible, pero eso no le interesaba, aunque ahora, a sus veinticinco años, se arrepentía un poco de no haber llorado en su momento, porque sí, su madre pudo no haber sido perfecta, pero él la amaba con todo su corazón. Apretó sus labios y volvió a revisar su uniforme, camisa color negro totalmente planchada, botones de las mangas colocados, chaleco de color azul puesto, corbata de color blanco colocada, pantalones negros de vestir bien planchados y zapatos de cuero, blancos con suela negra, perfectamente limpios, sonríe levemente, mientras piensa que sería una buena idea que le dieran una condecoración por ser el mejor vestido de todo el casino, pero sabe que no pasará nada de eso.

­Pudo haber permanecido mirándose por cinco minutos más, de no ser que la puerta del baño fue abierta de forma brusca, Yoongi volvió a apretar sus labios con fuerza, mientras mira por el espejo a la persona que ha entrado.

—Tardas demasiado —menciono su amigo—, y no tienes ni la menor idea de las tremendas ganas que tengo por orinar.

—Buenos días para ti también, Hoseok —el mencionado rueda los ojos y le da la espalda a Yoongi para dirigirse al retrete—, santos cielos, ¿no podías esperar a que salga?

—No —menciono Hoseok—, era esto, o que me den los malditos cálculos renales.

—No te pueden dar porque te aguantarás un par de minutos más.

—Sí, sí lo que diga doctor —Yoongi soltó un bufido, volvió a mirarse al espejo, ignorando totalmente las acciones de Hoseok, o lo intentaba, porque demonios, su amigo era demasiado ruidoso en cuanto a orinar se trataba—, ¿irás de nuevo al casino?

—Sabes muy bien que trabajo allí —menciono Yoongi mientras llevaba su mano izquierda a sus cabellos, acomodándolos mejor, fijándose de que ninguno de sus cabellos hiciera el acto rebelde de hacerlo lucir desalineado.

—Lo sé, pero habías dicho que ya habías juntado el dinero para irte —por fin Hoseok había terminado, para el alivio de Yoongi, no quería seguir escuchándolo—, o eso dijiste hace tres días.

—Sé lo que dije —los pasos de su amigo se escucharon, mientras que él lo miraba por el reflejo en el espejo—, pero han pasado los años, y las rentas de los departamentos fuera de esta ciudad cada vez crecen más —soltó un suspiro—, creo que tendré que juntar un poco más de dinero antes de irme.

—Es cierto —Hoseok se miro al espejo, Yoongi odiaba que el chico fuera más alto que él—, las cosas cada vez se ponen más difíciles —Yoongi dio un pequeño asentimiento con la cabeza—, ¿has pensado en apostar?

—No, y no pienso hacerlo.

Las apuestas para Yoongi son absurdas, además estaba el hecho de que no siempre eras el ganador, y si tenías racha de suerte, era una locura, una que te llevaba a querer más y que sin querer en otro intento de apuesta te hacía perder todo en un santiamén, Yoongi quería evitar todo lo que tuviera que ver con las apuestas, y más con los casinos, porque sabe lo que sucede allí dentro y no quiere involucrarse, de por sí, había logrado atar una soga a su cuello al estar trabajando dentro del Peché Mortel, así que era mejor no apretar más esa soga y por fin en un día cualquiera, liberarse por completo de ella.

—Quizás puedas ganar —se encogió de hombros—, uno de mis amigos se sacó cincuenta mil dólares el año pasado —sonrió—, seguramente ahora sigue disfrutando de los mismos en Palm Beach.

—O quizás, se lo gasto todo y ahora ni siquiera puede regresar aquí a Paradise —Hoseok rodo los ojos ante el comentario de Yoongi, no tardo en encontrar su mirada por medio del espejo—, apostar es arriesgado y tonto.

—Sí tu lo dices —Yoongi rodo los ojos.

—Por favor, ni siquiera tú has ganado algo en esos casinos que están en la ciudad.

—Sí, pero puede que algún día tenga suerte —Hoseok dejo de mirarse para comenzar a caminar hacia la puerta del baño, Yoongi elevo una ceja al verlo, y no tardo en dejar de ver el espejo para pasar a mirar a Hoseok.

—¿No piensas lavarte las manos?

—Después...

—Te dará dolor de estomago si sigues con esto, Hoseok.

—Sí, lo que usted diga doctor Min —sin más, tomo la perilla, girándola y abriendo la puerta, las bisagras chirriaron agudamente, y cuando Hoseok salió miro hacia Yoongi de nuevo—, suerte en el trabajo, Yoongi, y recibe buenas propinas.

—Gracias —Hoseok le regalo una pequeña sonrisa antes de retirarse, dejando que la puerta se cerrase.

Yoongi volvió a soltar un resoplido, y se miro al espejo, bien, un nuevo día en el mundo del vicio, pero ¿qué ser humano podía negarse a no dejar un solo centavo en un casino? Bueno, en Las Vegas, nadie se negaría, no cuando ves el entusiasmo de todos a tu alrededor.

Paradise Street ||JimSu||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora