Capítulo 30- Cuidando a quien no quiere ser cuidado

697 40 10
                                    


Llevábamos ya más de una semana en Dublín y Zayn había tenido que permanecer en casa por su condición. Una de las primeras cosas que hicimos fue ir al médico a que le hicieran una valoración para saber qué tan grave estaba. Por suerte sólo tenía que permanecer en cama unos días más a que las heridas cicatrizaran y que no hiciera movimientos bruscos.

Aquel sábado Zayn y yo lo habíamos pasado en casa sin nada interesante que hacer. Habíamos visto el televisor por horas antes de que nos aburriéramos y pasáramos a intentar hacer recetas excéntricas.

Por desgracia, mi moreno amigo se encontraba de un humor que dejaba mucho que desear. No había parado de discutir diciendo que ya se sentía bien como para salir y hacer sus actividades diarias. En varias ocasiones había necesitado de la ayuda de Rick —quién nos había traído a Dublín hacia una semana y quién tenía la función de guardia por las noches- para poder calmarlo y hacerle entender que tenía que permanecer unos días más en casa.

—¡Me siento como un idiota! —gritó tumbándose en el sofá.

—Que tengas que cuidarte no significa que seas un idiota, Zayn —dije comenzando a alterarme por su comportamiento.

—Detesto esto —siguió parloteando—. No puedo ir ni siquiera a la esquina sin sentir el maldito dolor de las costillas o que le dé un calambre a mi pierna. ¡No soy capaz de nada! No puedo ir a la tienda y mucho menos a trabajar o a la Universidad.

—¡Ni las personas paralíticas se quejan tanto como tú! —dije ya al borde del enojo—. Si estás en cama es porque tus heridas son graves y tienes que cuidártelas para que no empeoren.

Ambos nos vimos a los ojos, al borde del colapso. No sabía quién se veía más lamentable: él o yo. Zayn me veía con una mirada perforadora, sus ojos cubiertos de ojeras, el cabello revuelto, la barba desdeñosa y la ropa hecha girones. Yo estaba de pie ante él con el cabello hecho un molote sin sentido, un pantalón de mezclilla arrugado y una playera negra de Zayn —que me quedaba bastante grande.

—No es necesario que me cuides, Alaska, puedo hacerlo solo —dijo.

Intentó colocarse de pie, pero falló al recargarse en la pierna lastimada. Soltó un grito de dolor y volvió a recostarse en el sofá mordiéndose el puño derecho en un intento de calmarse. Rodé los ojos al ver lo contrario que aquella acción había sido a su comentario.

Ayudé a que se calmara antes de que me colara debajo de uno de sus hombros y entre nuestra fuerza se pudiera parar. Caminamos hacia su habitación con paso lento y haciendo descansos cada pocos minutos para que no hiciera mucho esfuerzo.

—Conque no necesitas mi ayuda, ¿eh? —le dije en el último descanso, a menos de tres metros de su cuarto.

Zayn me vio con una mirada asesina antes de dar paso a una media sonrisa y cerrar los ojos. Sabía que no había dicho aquello con la intención de herirme, había sido el enojo el que lo había hecho hablar.

—Lo siento —dijo al volver a abrir los ojos—. Estoy harto de no servir para nada. No aguanto más estar encerrado en mi casa.

—Sólo unos días más y volverás a la rutina —le sonreí.

Comenzamos el viaje de nueva cuenta. Al llegar le ayudé a cambiarse la ropa de calle por la pijama. Estaba por ayudarlo a meterse a la cama cuando me vio con un gesto negativo.

—Quiero leer un poco antes de dormir —me dijo.

Así que lo ayudé a que se sentara en uno de los sillones que estaba hasta el otro de lado de la habitación, le di el libro que estaba leyendo y lo acomodé de la mejor forma posible.

Through the Dark || Niall HoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora