Capítulo 4- Volviendo a ser amigos.

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Miraba por la ventana el jardín que había frente a mí. El sol mañanero me daba en el rostro y el canto de las aves resonaba en mis oídos. Me sentía en paz y fuera de tiempo, dónde no importaba nada más ver aquel jardín con flores de todos los colores y el pasto castamente cortado.

Dirigí una mirada a la habitación, dejando por último la mesa de noche en donde reposaba la libreta de cuero. La miré fijamente antes de estirar mi brazo y tomarla. Me dejé caer en la cama junto con ella.

La giré entre mis manos por varios segundos. Noté que tenía algunos rasguños, manchas negras y partes quemadas. ¿Qué tanto había hecho Niall con esta libreta como para que terminara así?

Negué con la cabeza, sabía que le estaba prestando una total atención a eso para prolongar ver lo que había en el interior de la libreta. Tomé una bocanada de aire y la abrí.

Propiedad de Niall J. Horan

Mi corazón se detuvo por un segundo al ver la caligrafía de Niall. Hacía muchísimo que no veía nada que él había escrito. Debajo de mi cama había guardado todas las pequeñas notas y cartas que Niall me había escrito. Lydia guardaba la llave de aquella caja para evitar que las leyera y cayera en la depresión.

Pero ahí no estaba Lydia y su trastorno de cuidarme cada cinco segundos. En lugar de dejar que las lágrimas se apoderaran de mí, una sonrisa perló mi rostro. Era esa sonrisa maliciosa en donde uno había conseguido hacer algo malo y se estaba saliendo con la suya con una gran elegancia.

Tomé la esquina de la página y le di la vuelta. Del lado derecho empezaba una canción. “Aúllo a la Luna” era el título. Comencé a leerla y noté que era una confesión de amor, el chico era demasiado tímido y prefería decirle a la luna todo en lugar de a la chica que quería.

Seguí pasando las páginas. Algunas veces leía todas las canciones y otras solo párrafos al azar para darme una pequeña idea de lo que la canción hablaba. Tenía una vida completa para poder descifrar cada canción que había ahí.

Cuando ya llevaba al menos unas siete canciones, el teléfono fijo comenzó a sonar. Al principio lo ignoré, pero al ver que cada vez se hacía más ensordecedor tuve que colocarme de pie.

Recorrí el pasillo hasta la sala de estar, en donde estaba el teléfono. Di una mirada general, buscando a Zayn, pero al ver que no estaba tomé el teléfono.

— ¿Diga? —pregunté al descolgar.

Silencio. Eso fue todo lo que escuché en cuanto terminé la pregunta. Por un momento pensé que había llegado tarde, pero aun así escuchaba ruido al otro lado de la línea.

— ¿Hay alguien ahí? —volví a preguntar.

Y otra vez todo lo que escuché fue silencio. Pero ahora que había prestado más atención al ruido al otro lado de la línea escuchaba una respiración. ¿Era acaso algún tipo de broma para imitar alguna escena de película de terror?

—Si esto es algún tipo de broma no es para nada gracioso —dije molesta. Esperé unos segundos pero nadie contestó—. Oh, a mí no me vas a aplicar la maldita ley del hielo. Yo te la voy a ti primero, pero antes déjame decirte lo inmaduro que es esto. ¿Pero sabes qué? Al final el que termina perdiendo eres tú, a ti es a quien cobran la llamada pedazo de… animal.

Gruñí por lo bajo y colgué con más fuerza de la que pretendía. Detestaba ese tipo de bromas, se me hacían tan cliché y estúpidas. ¿No podían hacer algo mejor?

— ¿Quién era, Ska? —pronunció una voz a mi espalda.

Me giré y me encontré con Zayn. Le estaba dando la última calada a su cigarro para poder apagarlo en el cenicero que tenía en su otra mano. Acababa de entrar del jardín tras el gran ventanal que había en el comedor.

Through the Dark || Niall HoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora