—Un día acabaré vomitando esta mierda—. El último trago de batido todavía bajaba por su garganta. Todo su rostro se contrajo rechazando aquella tortura.
Mirian alzó la vista de la pantalla de su teléfono y lo regañó con una ceja en alto.
—No me mires así, es asqueroso.
—Es sano.
—Es una puta porquería.
—Hugo, por favor, no te comportes como un niño pequeño.
—Eso lo dices tú porque no lo bebes.
Ella inspiró hondo y bajó el aparato.
Se dio la vuelta para meter la jarra en el lavavajillas. Necesitaba con urgencia una buena cantidad de café, no solamente para terminar de despertarse porque afuera todavía estaba un tanto oscuro sino porque además aquella cosa necesitaba algo más potente que líquido destapa cañerías para seguir su curso.
—Hugo.
—Sí, está bien, no me quejaré más —resopló dándose la vuelta, comportándose como un niño pequeño.
—Hugo tengo que irme ahora. Surgió una reunión para las ocho en punto—. Myriam desvió la mirada en dirección a la canasta que continuaba sobre la mesa a un lado de ambos—. No puedo acompañarte ahora. ¿Se la llevamos esta tarde o se la acercas tú ahora?
En cuanto amaneció, decidió que lo mejor sería acabar con aquello cuanto antes, no le había agradado despertar de madrugada para sentir aquella música tan próxima a él pese a que no podía escucharla. Le entregaría la canasta y se largaría al gimnasio de la planta baja a sudar un buen rato.
—Yo me encargo.
Ella le sonrió.
—¿Qué harás el resto del día? ¿Verás a Luka?
—Supongo, tal vez para almorzar. Todavía no lo tengo claro.
—¿Ya tiene ofertas?
—Dijo que lo hablaríamos después.
—¿Desde cuando se pone así de misterioso, es tu trabajo?
Myriam y Luka no congeniaban del todo bien, se soportaban apenas, por decirlo con suavidad. A ambos les había aclarado que no estaba dispuesto a reemplazar a ninguno de los dos. Luka guiaba su carrera desde el día cero y en la vida encontraría a nadie como Mirian, que lo soportaba, apoyaba y cuidaba.
—Me dijo que quería que lo hablásemos cara a cara. Sé que surgieron propuestas pero no vamos a discutirlas por teléfono ni por mensaje.
—Al menos podría haberte adelantado algo.
—¿Para que le de vueltas como un enfermo hasta torturarme al punto de amargarme por no tener nada conciso?
Ella le dedicó una sonrisa ladeada. Por supuesto que sabía como reaccionaba él, prácticamente entrando en pánico cada vez que una oferta suponía un reto, un avance en su carrera o internarse en un terreno para el cual no se sentía preparado o digno; eso último era prácticamente moneda corriente.
—Además sabes que necesito verlo a la cara cuando me cuenta sobre las propuestas porque por sus expresiones descubro qué opina él al respecto y su opinión...
—Sí, lo sé. No tienes que explicarme que él conoce el medio, que te conoce a ti y que ha guiado tu carrera por veinte años. Ok, ¿algún otro plan?
—Comenzaré por bajar al gimnasio después de llevarle la canasta al del cuarto.
—Después podrías ir a buscar algo más que meter en esa heladera.
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La vida en el cuarto piso.
General FictionEn cuanto Hugo se mudó al quinto piso, quedó convencido de que su vida al fin se encaminaba por la vía correcto, viendo su carrera de actor dar el paso definitivo hacia ser visto como alguien capaz de interpretar roles serios y con significado; y su...