Coronado de espinas.

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Acomodó el último suéter sobre la pila junto al resto de la ropa, a un lado el bolso. Creía tener todo lo que la lista mental que hiciera, abarcaba.

No era la primera vez que se iba de viaje y aquel siquiera era un viaje largo, incluso se sabía la ruta casi de memoria y lo tenía todo organizado; por la mañana su secretaria se había encargado de enviar a alguien a comprar todo lo necesario para el viaje sin embargo estaba nervioso al borde de las nauseas.

Lo más penoso había sido empacar los productos de tocador. Veinte minutos de sus ojos sobre el estante, con la puerta del armario en la mano derecha decidiendo si llevar aquellas cosas o no, fueron lamentables. Al final lo había cogido todo para lanzarlo al pequeño bolso, furioso consigo mismo por no ser capaz de contenerse. Quería estar con Hugo más de lo que Hugo pudiese imaginar; incluso mucho más allá de lo que Hugo pudiese querer de él porque hasta lo que le constaba, había sido visto solamente con mujeres.

La provocación de Hugo quizá no fuese más que eso y le perspectiva le aterraba porque no sería la primera vez que un hombre lo provocaba para al final no llegar a nada, no quería no llegar a nada con él. Hugo no era cualquier otro hombre, no porque fuese actor, no porque fuese famoso, solamente porque era él.

Una vez más se dijo a sí mismo que todo aquello regresaría al estante, el miércoles, tal cual como estaban cuando él los tomara una hora atrás.

No sucedería, estaba seguro de que no sucedería, Hugo tenía novia, él no debía de ser el tipo de persona que puede acceder a alguien como Hugo y seguro en algún punto, Hugo debía comprender que lo mejor era no enredarse con él. Eso último sería lo mejor para ambos, que Hugo intuyese que tenerlo a su lado, de depararía en nada bueno.

Repasó otra vez la lista mental de a ropa que quería llevar.

Su móvil comenzó a sonar cuando acomodaba en un costado del bolso de viaje, un par de zapatillas.

Imaginó que sería Hugo puesto que llevaba todo el día llamándolo para hacerle una docena de consultas tontas sobre el viaje, la última vez que hablaran había sido para discutir si compraban Coca Cola o Coca Cola light para el camino. Al final riendo, ambos decidieron que lo mejor era llevar latas de bebida energizarte que era la preferida de ambos. Quizá fuese tonto de remarcar pero el hecho de compartir tantos gustos con Hugo, le daba esperanzas.

A punto de reír, ya pensando en preguntarle para qué lo llamaba otra vez, vio que el nombre en la pantalla no era el de Hugo.

Su cuerpo reaccionó en consecuencia al nombre y si bien estaba encerrado en la seguridad de su piso, se sintió tan vulnerable como si estuviese solo y desnudo en mitad de un bosque, en una noche de invierto.

—Titi, anoche soñé contigo —le dijo la voz en cuanto el teléfono tocó su oreja.

Tragó saliva.

—Te soñé en la cruz, coronado de espinas, con tus brazos extendidos a los lados, con tus muñecas y tus pies sangrantes, con tu blanca piel a la vista. Apenas si estabas cubierto, Titi. Eras un espectáculo digno de ver. Tú con tu magnífica corona. Un santo. Más que un santo. El pobre mártir de Titi. ¿Dime, qué crees que signifique? Nunca había soñado nada semejante.

—¿Qué quieres Cruz?

—¿Te parece que ese es modo de responderme? Te digo que soñé contigo crucificado...

—Dime qué quieres. Estoy ocupado.

—¿Muy ocupado?

—Sí.

Cruz se mantuvo en silencio.

—No tengo idea de lo que significa lo que soñaste —soltó cediendo.

La vida en el cuarto piso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora