Ignoró el segundo llamado de Hugo de aquel día. Odió haber cedido, no debió darle su número cuando Hugo se lo pidió para pasarle el contacto de su dermatóloga para que ella lo llamara para concertar una cita.
Hugo había conseguido que la mujer lo llamara el martes por la mañana a media mañana para ofrecerle ir a verla esa misma tarde.
El sí se le había escapado tan pronto y con tanta facilidad.
No debió aceptar porque aquello era involucrarse todavía más con Hugo. ¿Acaso pensaba que no podía arruinarlo todavía más; sí, cierto que la otra noche había querido hacer mucho más de lo que hizo. Tener su dedo en su boca no era más que el comienzo, quería la boca de él en la suya, quería la boca de Hugo sobre toda su piel, quería sus manos tocándolo, sus ojos viéndolo, lo quería dentro de su cuerpo y habría hecho cualquier cosa por darle placer, incluso pasar por encima de su dolor. Creyó que Hugo no volvería a dirigirle la palabra porque tenía una novia y hasta lo que sabía, Hugo no era él, sin embargo el martes le había enviado media docena de mensajes queriendo saber de él, preguntándole primero por su estado, luego para saber cómo le había ido con su dermatóloga.
La mujer le recetó una batería de cremas y habló de Hugo hasta por los codos, elogiando su buen humor, lo divertido que era, lo guapo (no necesitaba que se lo dijera, tenía ojos en la cara), lo buen actor, lo dulce y atento... en resumen, que la mujer adoraba a Hugo y él... él intentó no demostrar que no estaba muy lejos de aquello.
Le había agradeció por ponerlo con contacto con ella, le había respondido que se encontraba mejor. Eso y nada más, lo cual por lo visto no fue suficiente para Hugo porque el miércoles a las seis le envió un mensaje para preguntarle si bajaría a entrenar, el cual él no contestó. Hugo le envió una serfie en la que se lo veía sudado y sonriente a la cual él no respondió pero se guardó la fotografía.
A mediodía le preguntó si estaba bien y ante la falta de respuesta de su parte, a media tarde lo llamó, él no contestó, Hugo le dejó mensaje entonces y las otras tres veces que llamó desde esa hora hasta la media noche. El último llamado lo había recibido estando en el hotel en el que pasó la noche, no demasiado lejos del edificio porque para su vergüenza, no pudo regresar allí, temía que Hugo estuviese esperándolo en la puerta o algo así.
Del hotel se había largado a la oficina para cambiarse de traje y camisa allí porque tenía ropa de repuesto en uno de los armarios en caso de que necesitase ropa fresca para asistir a alguna reunión o cena de última hora.
Hugo no lo dejó estar.
En los mensajes de voz que le dejó, en ningún momento mencionó lo sucedido entre ambos, solamente decía que quería saber como se encontraba.
El buzón de voz respondió ese nuevo llamado de Hugo. Esperó viendo la pantalla de su teléfono ponerse negra.
En su cabeza sonaron las palabras de Claudia, quizá no con sus voz verdadera sino como un eco lejana porque pasados dos años, los recuerdos se ponían cada vez más vagos.
—El miedo es fuego —le había dicho ella—. El fuego está consumiéndome. Estoy cansada de vivir con miedo, de arder.
Él también estaba cansado del miedo, de arder. Había traspasado la suma a la cuenta de Cruz mas no por eso se sentía más tranquilo. Probablemente fuese lo contrario porque Cruz no solía conformarse pronto. Su cuerpo todavía tenía demasiado presente la noche del lunes.
Su teléfono le avisó que tenía un mensaje.
Se llevó el aparato a la oreja y escuchó.
—Teo, hola, soy yo. Hugo —aclaró como si él no pudiese reconocer su voz ente el griterío más ensordecedor—. Escucha... —Hugo se detuvo—. Ok —dudó otra vez—. Creo que me queda claro que estás ignorándome.
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La vida en el cuarto piso.
General FictionEn cuanto Hugo se mudó al quinto piso, quedó convencido de que su vida al fin se encaminaba por la vía correcto, viendo su carrera de actor dar el paso definitivo hacia ser visto como alguien capaz de interpretar roles serios y con significado; y su...