Estoy vomitando en el retrete de nuestra habitación, de vuelta a la residencia. Esto es asqueroso, me entran ganas de morirme, tal resaca estoy teniendo. Conseguí dormir unas pocas horas a la vuelta de la casa de Bram, pero no los suficientes, ya que de repente me encontraba cada vez peor. Lo cierto es que anoche me podía haber ido perfectamente de aquella fiesta, si no hubiese recibido aquella llamada en la que el mandón del profesor Woods me ordenaba que me fuera a la casa. Y como soy así de testaruda, no quise que se saliera con la suya.
Además, no somos nada. Me dice que soy suya, pero no sé con qué derecho. No soy la propiedad de nadie, y honestamente, por más que intento entenderlo, no lo entiendo. Realmente no sé en que puesto estoy dentro de sus conquistas y dentro de las mujeres que tiene en su vida. Que, a decir verdad, ni siquiera sé a qué número asciende esa cantidad de hembras. La primera seguro que no lo soy, no cabe duda. Y pienso en aquella rubia que se dejaba encadenada en un dormitorio de la mansión Sanders anoche. Su mujer.
Necesito esclarecer esto y dejarle claro a él más temprano que tarde lo que pienso. Y que él también me diga claramente en qué mierda de puesto estoy. Y no voy a decir en su corazón, porque me engañaría sola. No soy tan idiota. Me refiero en la cama.
¿Volvió a intentar llamarme anoche? Pues sí. Varias veces. Pero no se lo cogí. Y si hubiese estado en Boston no dudo de que antes de que colgara aquella llamada, ya hubiese estado esperándome en la puerta de la casa de Bram.
¡Joder! Hablando de puertas. Ahora mismo están tocando con fuerza en la puerta de la habitación. Me limpio deprisa la boca con un pañuelo cuidadosamente y me echo un poco de agua en la cara. Salgo corriendo hacia la puerta y le echo un vistazo a Berta que se está revolviendo en su cama. Ha escuchado ella también el ruido. Quiero abrirla enseguida pero... ¿y si es él?
No creo que se atrevería.
Otra vez los golpes. Maldigo y agarro el pomo de la puerta. Al abrir, me encuentro con un hombre elegante, que me pregunta por mi nombre. Le digo que soy yo, con cara de muerto por supuesto, y veo que va cargado con un ramo gigantesco de flores, de hecho son unas rosas de todos los colores. Predominan las rosas azules, y eso es lo que más me llama la atención. Nunca había visto rosas de ese color, y eso porque mi mundo se limita a rosas rojas y blancas.
Aparte del ramo gigantesco que observo que tiene una nota, también me entrega otra caja que parece muy sofisticada. Y también es bastante grande. Abro los ojos y de alguna manera me quedo abstraída, aunque ya sé quien me está enviando todo aquello. Le agradezco al hombre susurrando, a la vez que miro a Berta de nuevo y cierro la puerta con mucho cuidado. Eso me faltaría, que se despertara y descubrirme en la escena del crimen.
—Nena... ¿quién es? —pregunta esta balbuceante, sin levantar su cabeza de la almohada.
—Nadie, se han equivocado ¡Duerme!
—Ayyyyy que malestar tengo... —contesta mientras que bosteza y se estira.
¡No! ¡No! No te levantes , digo en mi mente.
Me meto en el baño con el ramo de flores y el paquete y cierro la puerta rápido.
Vuelvo a mirar las rosas y en realidad son preciosas. No tanto lo que pone en la nota. Cojo la pequeña nota roja que hay entre los pétalos, y abro el diminuto sobre. Leo un "PERDÓN" con letras mayúsculas.
El profesor sí que es de pocas palabras. Enseguida abro también la caja que no parece muy pesada y encuentro lencería. Al final parece que este no bromeaba cuando decía que me iba a comprar ropa interior. En la caja aparecen unas letras doradas que pone Dream Angels . No conozco la marca y seguramente lo que estoy viendo es lencería muy fina y cara, tiene toda la pinta.
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El Profesor
Romance¿Dónde está el límite entre el amor y la obsesión? Un nuevo curso está por comenzar en la prestigiosa Universidad de Harvard. Aylin Vega es una excelente alumna, hecho que el misterioso y severo profesor Brian Alexander Woods no pasará por alto. Ser...