Prólogo

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No podía ver nada a mi alrededor, unas vendas cubrían mis ojos. Mi mente tan solo podía recordar como unos corpulentos hombres me metían en una furgoneta. Recuperé el conocimiento y noté como unas cuerdas hacían fuerza sobre mis muñecas.

—Quitadle las vendas —ordenó una voz.

En cuestión de segundos sentí como desataban las vendas y mis ojos captaron los suyos, vi como abrió aquella puerta metálica y se acercaba a mí con vacilación.

—Suéltame —le ordené.

—Tranquila preciosa, si te portas bien quizás lo haga, pero todo depende de ti y de tu suerte —rio con suficiencia.

Se levantó y se dirigió a los dos hombres que se encontraban en una esquina de la habitación. Les dijo algo al oído y ellos en seguida asintieron agarrando las vendas de nuevo y poniéndolas sobre mis ojos...

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