Capítulo 11

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Vlad me dejó frente al club, empujé la puerta y entré. No era un local demasiado grande, pero sí con el espacio suficiente para poder disfrutar. La gente bailaba pegada, rozaban sus cuerpos sudorosos los unos con los otros sensualmente, mientras que otros optaban por darse el lote en una esquina. Al fondo estaba el reservado de Marc, me aproximé a ellos y los saludé con un simple gesto de mano.

—Espero caballeros, que no os importe que vaya a estar entre nosotros una mujer —anunció Marc tras haberme sentado junto al resto.

—En absoluto —rio el hombre que estaba sentado a mi derecha—. ¿Cuándo nos hemos quejado de la compañía de una mujer? —Todos rieron menos yo.

—Ahí viene nuestro ángel de Charlie —sonrió Marc mirando en dirección a la puerta.

En ese instante todos nos giramos y la vimos. Iba vestida con un vestido negro corto a la mitad de sus muslos, realzando sus curvas. Se aproximó hasta nosotros con una sonrisa. Los saludo a todos y en seguida sus ojos se posaron sobre los míos, ese jodido vestido le quedaba como un guante.

—Preciosa, siéntate con nosotros. ¿Deseas algo de tomar? —Le preguntó Marc sin quitarle, junto con el resto, un ojo de encima.

—Sí, iré a decírselo al camarero.

—Te acompaño.

Me levanté de mi asiento y la acompañé hasta la barra.

—Hola, me pones un Gyn Tonic ¿por favor?

—Enseguida —contestó el camarero.

Él se marchó a prepararle su bebida, por lo que aproveché para tenerla a solas.

—¿Te ha invitado él? —Le pregunté mientras ella se apoyaba en la barra.

—¿Quién iba a hacerlo sino?

—La gente con la que estamos no es muy de fiar.

—¿Y tú si eres de fiar? —Preguntó mirándome a través de sus verdosos ojos.

—Más que ellos sí —le contesté.

—Gracias —dijo agarrando su bebida y encaminándose para volver al reservado.

La agarré por el brazo deteniéndola.

—Lo digo en serio Elena, ten cuidado.

Ambos volvimos al reservado, y de nuevo sus asquerosos ojos volvían a posarse sobre ella.

—Ya empezábamos a echaros de menos —sonrió Marc.

Volví de nuevo a mi asiento y ella se sentó junto a mí, apenas había centímetros de distancia entre su pierna y la mía, algo que me estaba poniendo tenso.

—Amigos, brindemos por una noche tan espectacular y por mujeres tan hermosas como la que nos acompaña esta noche.

Todos alzaron las copas y brindaron. La música estaba cada vez más alta, miles de canciones sonaban una y otra vez, de las cuales desconocía la mitad. Sorprendido vi como Elena se levantaba de su asiento para irse a la pista de baile.

—¿Va a hacer lo que creo que va a hacer? —Preguntó el hombre sentado a mi izquierda.

Avanzó hasta el centro de la pista y comenzó a bailar sensualmente al ritmo de la música.

Su cuerpo parecía no estar controlado por ella, sino que la música ordenaba cada movimiento de su cuerpo. Harto de ver como los de la mesa babean por ella decidí levantarme y acercarme a ella. Me quedé en una esquina observándola, en seguida, sus ojos se posaron sobre los míos. Bailaba, bailaba para mí, su cuerpo y su mirada me estaban tentando a tocarla y sentirla contra mí. Pero fue ella quien se acercó.

—Veo que te gusta mucho observarme ¿no? —Me dijo con una clara sonrisa en sus labios.

—No —le contesté fríamente.

—Pues tu cuerpo parece sentir todo lo contrario.

—Mi cuerpo está perfectamente.

—Y es algo evidente —no pude evitar sonreír ante su comentario, pero en seguida borré mi sonrisa—. Pero sabes perfectamente de lo que te estoy hablando stalker —alzó su cabeza para mirarme a los ojos atentamente.

—Qué le diste a Black el otro día en la fiesta.

—No sé de qué hablas.

—Claro que sí. Que cojones ocultas Elena —la agarré del brazo y la acerqué a mí—. Pienso descubrirlo, que lo sepas.

—Suéltame —me ordenó.

Eso hice, la solté y se alejó de mí. Esa mujer sacaba lo peor de mí, era totalmente indescifrable, tenía que conseguir acercarme a ella para averiguar lo que se tenía entre manos, aunque tuviese que aguantarme las ganas de besarla cada vez que la tenía cerca.

Me acerqué a los demás y les informé de mi marcha.

—¿Ya te vas? Si apenas acabamos de llegar.

—Son las tres y media, tengo que levantarme temprano mañana.

—Bien, como quieras —contestó Marc.

Me alejé del reservado y me disponía a salir por la puerta cuando su mano rozó mi brazo.

—¿Te marchas?

—Sí —le contesté abriendo la puerta para irme.

—¿Podrías llevarme a casa?

Me giré para verla y vi cómo me suplicaban sus ojos que la llevara conmigo. Rendido, suspiré y accedí a llevarla a su casa.

—Gracias —sonrió.

Juntos, salimos del local y llamé a Vlad para que nos recogiera. Mientras esperábamos, ella no dejaba de enroscarse un pequeño mechón sobre sus dedos. Desesperado, decidí intervenir.

—¿Te ocurre algo?

—No, es solo que mi amiga no está en su casa y no tengo otro lugar donde quedarme.

—¿No tienes un apartamento o algo?

—No.

—Supongo que puedes quedarte en mi casa —le dije.

—No, de verdad, buscaré un motel.

—Así vestida dudo que te tomen en serio —reí.

—¿Perdón? —Me miró desconcertada cruzándose de brazos.

—Tan solo te estaba tomando el pelo —sonreí.

Vlad nos recogió y le indiqué que nos llevara a ambos a casa. Al principio me miró extrañado, pero acató mi orden. Nos bajamos del coche y abrí la puerta, la animé a que pasara primero y cerré la puerta después de ella.

—Tienes una casa preciosa.

—Gracias —le contesté—. Te llevaré a tu habitación, sígueme.

La guie al fondo del pasillo hasta la habitación de invitados. Por suerte, Mia siempre se encargaba de cambiar las sábanas y arreglarla en caso de alguna emergencia como esta.

—Las sábanas están cambiadas y limpias, espero que pases buena noche.

—Iván.

Mi nombre en sus labios me recorrió por dentro.

—¿Sí? —me giré para mirarla.

—Gracias de nuevo.

—De nada.

Asintió y cerré la puerta para dejarla a solas. Espero no arrepentirme de haberla dejado dormir aquí, no podía enterarse de que no vivía solo, nadie lo sabía, así que tendría cuidado mañana. Subí las escaleras hasta el dormitorio y abrí la puerta con cuidado. Me deshice de la ropa y me metí en la cama junto a Mackenzie. Inconscientemente apoyó su cabeza sobre mi pecho mientras me abrazaba.

WilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora